Las formas y el diagnóstico
Mucho corazón y poca cabeza, poco fútbol. Con ese plan, un rival tan bien colocado como el Arsenal no se puso ni un minuto nervioso.


El Madrid quiso salir ante el Arsenal como el séptimo de caballería y pareció más bien un desorganizado grupo de indios a las órdenes de Caballo Loco. Pelotazos, acelerones, carreras sin parar y un sinfín de centros al área para que nadie los rematase, entre otras cosas porque no tenías un buen rematador para ello. Mucho corazón y poca cabeza, por lo tanto, poco fútbol. Con ese plan, un rival tan bien colocado como el Arsenal no se puso ni un minuto nervioso y se limitó a gestionar los impulsivos envites de los espídicos futbolistas blancos. No fueron sino los estertores de la impotencia, de saberse peor organizado que el contrario, de agarrarte a la esperanza de que algo desatase de nuevo lo imposible. Fue un mal final de Champions, sin épica y sin juego, un quiero y no puedo.
La realidad demostró lo que se viene viendo toda la temporada: el equipo no carbura, no fluye, no juega bien. Más allá de las bajas que lo han diezmado, se ha visto que la marcha de Kroos y el encaje de Mbappé han provocado un cortocircuito en el engranaje. El fútbol del francés y el de Vinicius no mezclan bien de forma natural y les cuesta encontrar rutinas y espacios para asociarse. Está más que demostrado que Kylian no puede hacer de delantero centro, le cuesta moverse en espacios reducidos y escabullirse de una defensa poblada. El cambio de posición de Bellingham también lo ha lastrado y se pasa el partido corriendo sin llegar a nada. Ancelotti no ha dado con la clave porque las piezas no encajan y habrá que pensar algo porque a otro entrenador le puede pasar lo mismo. Queda temporada y es obligado seguir intentando ganar, pero aunque se gane, el diagnóstico cambiará poco.
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