La nueva Champions: hay entretenimiento en la injusticia
Como ser humano tengo la mente muy abierta, pero como aficionada al fútbol odio visceralmente los cambios. En una mezcla perfecta entre nostalgia y conservadurismo, a los aficionados normalmente nos gusta el deporte sencillo que aprendimos cuando éramos críos, y no experimentos modernos con gaseosa y liguillas, especialmente con liguillas.
Así que cuando se anunció el nuevo formato de Champions muchos nos llevamos las manos a la cabeza como una escultura de Rodin. Había motivos de sobra para el escepticismo: la pesadez de un calendario abrumador, más riesgo de lesiones o la perspectiva de una emoción artificial. Parecía también que los grandes se iban a enfrentar entre sí, pero no hasta el punto de eliminarse, sino para seguir enfrentándose hasta la final y continuar engrosando la máquina dorada. Si dos campeones de Champions se enfrentaban, pero para dirimir un sexto o séptimo puesto en la liguilla, ¿realmente se podría considerar eso como un gran duelo europeo?.
Pues mira, yo al menos me trago mis palabras. Porque el nuevo formato ha arrojado una ausencia de certidumbre que, si bien devalúa el espíritu original de la competición, si bien puede resultar injusto por los méritos previos acumulados, también trae más diversión al espectador. Véase el Liverpool: su recompensa por dominar aplastantemente la liguilla fue encontrarse con el PSG en octavos de final y resultar eliminado. “Hay que reflexionar sobre lo valioso que es acabar en primer lugar en la fase de grupos si luego te enfrentas a un equipo como el PSG en la siguiente ronda”, dijo Arne Slot, decepcionado.
Es muy pronto para juzgar el éxito del nuevo formato, pero el interés adicional que hubo en la última jornada de la fase liga, aquella jornada unificada que recordó a las viejas tardes dominicales de transistores, así como el riesgo en los cruces (que se lo digan al Atlético), parecen haber aportado a la Champions un pequeño valor añadido: el de la imprevisibilidad. Puede parecer poca cosa, pero es un gran antídoto contra el aficionado neutral cansado de la monotonía.
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