Opinión

Güler mete al Madrid en reanimación

El partido del turco queda como una carta ‘a quien corresponda’, es decir, al que venga.

Arda Güler celebra su gol al Celta.
JESUS ALVAREZ ORIHUELA | DiarioAS
Alfredo Relaño
Actualizado a

Ancelotti tiró de Güler y éste se lo agradeció con un estupendo partido y un golazo, el primero, además de un pase luminoso que le sirvió a Mbappé para hacer el tercero, segundo de su cuenta. Y no se limitó a eso, sino que mandó y organizó con mejor tono que el propio Bellingham y estuvo imponente, como suele, en los lanzamientos de córner. Tiene muchas cosas este jugador, que con algunas actitudes de despecho ha irritado a Ancelotti en momentos de la temporada. Viéndole así, da lástima que haya jugado tan poco, más aún dada la temporada de Rodrygo, que no ha devuelto la confianza del entrenador.

El partido de Güler queda como una carta ‘a quien corresponda’, es decir, al que venga, y contribuyó mucho a que el Madrid ganara el partido y pase del quirófano a la sala de reanimación. Ahora hay por delante una semana para soñar: si el Madrid fuera capaz de ganar en Montjuïc el domingo 11 (16:15), bastaría un solo empate posterior del Barça para que, ganando, eso sí, sus tres siguientes partidos, Cibeles celebrara otra Liga. Al Barça le quedará visitar al Espanyol, recibir al Villarreal y visitar al Athletic; al Madrid, recibir al Mallorca, visitar al Sevilla y recibir a la Real. Da para hacer cuentas… si hay victoria blanca en Montjuïc.

Fue el de ayer un curioso partido, animado, que el Madrid llevó hasta el 3-0 y cuando especulábamos si Ancelotti debería sustituir a Lucas Vázquez, Tchouameni y Ceballos, a una tarjeta de la suspensión, el Celta se le subió a las barbas y castigó el sesteo de los locales con dos goles seguidos. El primero en un córner (todos los del área blanca fueron un tormento) y el segundo con Iago Aspas ya en el campo, dictando lecciones magistrales. El fantasma del empate flotó sobre el Bernabéu. Hubo minutos de toma y daca, de partido desparramado y peligroso para las dos porterías, hasta que el Madrid se encerró y alcanzó la orilla. Y a soñar.

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