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Fermín en Montjuïc y De Paul en Glasgow

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Esta vez al Barça le tocó hacer de telonero en la jornada europea, dadas las remembranzas que despertaba la visita del Atleti a Glasgow. A esa condición colaboraron el horario tan adelantado y el rival que visitaba Montjuïc, el Shakhtar Donetsk, equipo errante que provoca más simpatía que emoción. El partido sirvió para confirmar a Fermín, que hizo gol y medio de los dos con que se adelantó el Barça, aparte de jugar con aplomo y calidad. Luego el Barça se fue achicando, encajó un gol, Xavi tiró de otro chaval, Marc Casadó, que también dio buena pinta, y los puntos se quedaron en casa. El Barça lleva nueve de nueve.

Y luego a Glasgow, donde el Atlético quiso resucitar con cariño el recuerdo de una jornada no exactamente honorable pero refundada como heroica. Vistió como aquel lejano día, va para medio siglo, en que le expulsaron a tres por distintas violencias pero aguantó el marcador 0-0. Entre eso y que luego en el aeropuerto un policía tiró al suelo uno de los pasaportes, símbolo nacional, aquello se convirtió en una especie de ofensa a la tribu. En el partido de vuelta hubo hasta unas pocas banderas del Madrid agitadas en favor de los rojiblancos, hecho único. Ganó el Atleti 2-0 y pasó a la final de Bruselas ante el Bayern. Pero esa es otra historia.

El uniforme llevó por el túnel del tiempo, pero el partido no. Ni el Atlético tiene tanto elemento patibulario como entonces, ni el Celtic es aquel equipo escocés puro, sino una curiosa mezcla con interesantes injertos japoneses. El resultado fue un encuentro brioso, con goles bonitos y equitativamente repartidos, en el que al homenaje al pasado que suponía el uniforme sólo se sumó De Paul, que se ganó una primera tarjeta por pesado en una protesta sin futuro y una segunda por trabajarle la canilla a un rival. Pena, porque quedaban diez minutos y el Atlético tenía en esos momentos mejor mano de cartas. Pero sin De Paul tuvo que conformarse con el empate.