Espíritu olímpico y derechos humanos en París 2024
Históricamente, la celebración de los Juegos Olímpicos no solo nos deja récords y medallas. En Berlín 1936, las cuatro medallas de oro del afroamericano Jesse Owens se encargaron de enterrar absurdas teorías sobre la supremacía de la raza blanca, proclamada por la Alemania nazi. En México 1968, tras ganar oro y bronce en los 200 metros lisos, Tommie Smith y John Carlos, levantaron el puño derecho en el podio: llevaban un guante negro que ha pasado a la historia de las reivindicaciones sociales en el ámbito deportivo.
En París 2024 también hemos sido testigos de varios gestos que colocan a los derechos humanos en el podio de los Juegos. Unos de los primeros lo ha protagonizado Cindy Ngamba, una boxeadora que tuvo que abandonar su Camerún natal, donde las relaciones entre personas del mismo sexo son ilegales y buscar refugio en Reino Unido. Cindy es parte del equipo que representa a las 117,3 millones de personas en el mundo han sido forzadas a abandonar su hogar: las personas refugiadas. Y el jueves 8 se convirtió en la primera refugiada en ganar una medalla en unos Juegos Olímpicos: “Quiero decirle a todas las personas refugiadas que sigan trabajando duro, que sigan esforzándose, porque pueden lograrlo todo”.
Kimia Yousofi fue la abanderada de Afganistán en Tokio 2020. Tenía 25 años. Tras la llegada al poder de los talibanes tuvo que huir del país. Tres años después, Kimia acabó última en su serie eliminatoria de los 100 metros lisos. Sin embargo, se alzó con la victoria para todas las personas que llenaban el Stade de France por el mensaje que llevaba en la parte posterior de su dorsal: “Educación” y “Nuestros derechos”. Cuando acabó la carrera explicó su gesto: “Puedo ser la voz de las chicas afganas [...] debo sentirme responsable hacia ellas. Hago lo que creo correcto y puedo decir lo que quieren: derechos fundamentales como educación y deporte”.
Otro de los gestos en París ha llegado desde el tatami. Esta vez, en forma de beso, con el que la judoca italiana Alice Bellandi y su pareja, Jasmine Martin, también judoca, celebraron el oro de la primera. O el del escalador australiano Campbell Harrison, que tras quedar eliminado en las pruebas de boulder y dificultad, recibió el orgulloso beso de su pareja, que le esperaba en la grada. Un momento significativo, ya que Campbell ha sido objeto de ataques homófobos desde que se clasificó para los Juegos.
Miles de atletas de todo el mundo han pagado un alto precio por defender sus derechos. Jesse Owens siguió siendo objeto de racismo tras regresar a Estados Unidos; Tommie Smith y John Carlos pagaron su gesto con años de ostracismo y silencio. Ojalá los gestos de Cindy, Kimia, Alice o Campbell sirvan para visibilizar a todas las personas que, en París 2024, han luchado por hacer honor al espíritu olímpico: Más rápido, más alto, más fuerte. En Amnistía Internacional les apoyamos.
Por Carlos de las Heras, responsable de deporte y derechos humanos en Amnistía Internacional España.
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