De creyentes a creídas
Patri Guijarro, la gran protagonista de la final, aseguró nada más terminar el partido que en el descanso, con 0-2 en el marcador y con los fantasmas de la derrota del año pasado en Turín revoloteando por el Philips Stadion, que la clave para la espectacular remontada fue “creérselo, teníamos que creérnoslo”. La autoconfianza, la fe en sus posibilidades y sus capacidades, la autoestima, fue el factor decisivo para que el Barça ganara su segunda Champions. No deja de ser paradójico que cuando esa dignidad y orgullo se muestran en otro espacio, como el de la Selección española, se las intente domar y empequeñecer y que la lectura sea entonces la de la soberbia. De creyentes a creídas sólo hay un paso.
El FC Barcelona creyó en el fútbol femenino hace años y puso todos los medios a disposición de las jugadoras. El éxito es una consecuencia del trabajo bien hecho y de la apuesta desinhibida, sin peros, del club. El fútbol español no se puede colgar una medalla que no le pertenece porque si se ha puesto las pilas ha sido gracias al Barça y aún así siguen existiendo brechas colosales entre lo que viven las jugadoras azulgrana en su día a día y la mayoría de sus compañeras en la Liga F.
El Mundial está a la vuelta de la esquina y continúa sin solucionarse el problema con la Federación Española. La estrategia del divide y vencerás, la comprensible sensación de oportunidad perdida -la última quizás para varias-y la presión obligará a algunas a pasar por el aro. No las quieren orgullosas, las prefieren dóciles. Que una jugadora como Patri Guijarro se lo pueda perder debería hacer reflexionar a Rubiales, que disfrutó en el palco de lo que es capaz de hacer cuando la animan y arropan para que crea en sí misma y en sus compañeras, cuando la alientan para expresarse y crecer. Al talento hay que acompañarlo, no domesticarlo. Y si fuera un futbolista hombre, indiscutible en el campeonato y estrella en la final, no habría discusión porque la presión social sería insoportable.