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Bellingham y Kane parten la pana inglesa

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Casi todo es discutible en el fútbol, pero en ocasiones la evidencia se impone de una manera radical. El partido Inglaterra-Italia pertenece a esta categoría, donde se produjo una opinión unánime. Dos jugadores, Jude Bellingham y Harry Kane, demostraron, como si eso fuera necesario a estas alturas, que estaban en un escalón muy superior a los demás. Y entre los demás, no faltaban buenos o muy buenos jugadores, lo que se corresponde por naturaleza con dos de los países punteros en la historia del fútbol.

Puede que Italia no atraviese su mejor época, algunos afirman que es una de las peores, pero es la selección que ganó la última Eurocopa. Lo consiguió en Wembley, nada menos, frente a una versión similar a la actual de Inglaterra. A diferencia de Italia, es difícil encontrarse con más y mejores jugadores que en esta edición inglesa. Ganó el Mundial de 1966 sin moverse de Wembley, con un puñado de buenos jugadores, uno buenísimo (Bobby Moore) y otro sensacional: Bobby Charlton. No le faltaron críticos, pese a todo. Algo en su juego, admirado en el resto de Europa, generaba la sospecha en los sectores más ardorosos de un fútbol donde el ardor tenía un carácter de mantra necesario. En este contexto, Bobby Charlton resultaba más sofisticado de lo que permitía el paladar.

En una época, desde el Mundial juvenil de 2017 hasta la última Eurocopa Sub-21, en la que los ingleses han confirmado su impresionante producción de fenomenales talentos, sus mejores clubes empiezan a aprovecharla. Saka, ausente por lesión en el partido contra Italia, Foden, Rice o Maddison forman parte de ese elenco. Todos juegan en la Premier League, a diferencia de Bellingham, probablemente el caso más raro que se conoce en la historia del fútbol inglés. Desde los 17 años juega al otro lado del canal de la Mancha, primero en el Borussia Dortmund, que tuvo un ojo clínico cuando pagó un buen dinero al Birmingham por el fichaje, y ahora en el Real Madrid, donde ha superado todas las expectativas, que ya eran altísimas cuando llegó el pasado verano.

Bellingham es un caso extremo de precocidad y rendimiento inmediato. Contra Italia, en el circunspecto Wembley, no cesaron los ‘oes’ de asombro. Jude regaló a la hinchada un partido memorable, con todos los ingredientes para elevarlo a la misma categoría que ha alcanzado en el Real Madrid. Irrumpió majestuoso antes de caer derribado en el área por Di Lorenzo, penalti que transformó Kane y significó el empate a uno. Deslumbró en la jugada del segundo gol, que arrancó con su quite a un rival en el área inglesa, siguió con la conexión con Foden, la devolución en plena cabalgada y el pase medido y preciso a Rashford.

Excepto por el gol de Rashford, esa jugada manifestó el tremendo arsenal de recursos de Bellingham en todas las zonas del campo. Estableció de un plumazo una categoría diferente a la del resto, la clase de dominación que sólo se encuentra en unos pocos especímenes del fútbol. Lo más interesante es que Bellingham, 20 años, tuvo respuesta interna en un jugador de 30 años, que desde el verano pertenece al Bayern Múnich.

A diferencia de la joven estrella de la selección, Harry Kane pasó inadvertido hasta los 22 años. Ahora rompe récords de goles, que no es una tontería en el fútbol, pero su capacidad realizadora cuenta la mitad de la historia. Contra Italia, Kane marcó un penalti, robó la pelota y marcó el tercero inglés, un golazo por la seguridad en la conducción y en el remate, y discutió a Bellingham la soberanía en el campo. Cada vez que retrasaba su posición, provocaba un incendió en las filas italianas. Fue tan evidente la enorme superioridad de Bellingham y Kane que el encuentro terminó por dividirse en dos, el que jugaban ellos y el que disputaban los demás.

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