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Hace tiempo que se propagó aquel mantra de que el Madrid no sabía despedir a sus leyendas, que si no se era justo con lo que habían dado al club o que si las formas no eran las mejores. La figura del ídolo caído u olvidado tiene un gran tirón y siempre genera una tremenda repercusión en los medios y en las redes, porque deja un vacío sentimental que parece imposible de llenar. Todo son elogios, medallas y reconocimientos, señalando el atropello que se comete con ese futbolista que se dice es parte del escudo. Pero la historia más reciente ha vuelto a demostrar que en este club la marcha de los veteranos es lo normal y lo conveniente.

La salida progresiva de la mayoría del equipo de las tres Champions, (Cristiano, Benzema, Casemiro, Ramos, Varane, Marcelo, Isco…) fue levantando muchas incógnitas y pronósticos de mal agüero, pero el tiempo ha demostrado que todas aquellas decisiones fueron correctas. Ahora le llega el turno a Modric, que, por mucho que algunos se empeñen en negarlo, este año solo lució cuando salió a jugar en el tramo final de los partidos. Lukita ha sido Dios, pero el próximo año su papel sería residual. Kroos, al que aún le queda un poco más de cuerda, va por el mismo camino, el del natural crepúsculo de las estrellas, que tienen que ceder su lugar en el campo a los jóvenes y mejor sin dramatismos.

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