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Hay un hecho incuestionable en el asunto Vinicius: hay un futbolista que ha sido humillado con insultos racistas y de odio en un campo de fútbol. Tres individuos, aunque fueron muchos más los que lo vejaron, fueron detenidos y reconocieron los insultos, justificándose por la rivalidad deportiva y la tensión del partido. Es decir, hay gente que sigue creyendo que en un estadio se puede ofender o agraviar a los protagonistas con total impunidad porque forma parte del espectáculo. Pues bien, ante esta rémora social, hay medios que prefieren señalar a Vinicius y poner el foco en sus palabras o gestos, a veces poco afortunados, pero nunca delictivos, culpando al jugador de provocar lo que le está pasando.

Han llegado a dar por buena la versión de los abogados de los detenidos, como si estos no estuvieran interesados en señalar al futbolista como un pendenciero o un camorrista que va buscando la gresca y el alboroto para así liberar de responsabilidad a sus clientes. Todo vale con tal de apuntar al brasileño como responsable principal del escarnio, en un mensaje que será recogido por los radicales para reafirmarse en su odio y su fobia. Porque, se pueden criticar algunas actitudes de Vinicius, pero ponerle a la altura de los delincuentes es fomentar la violencia en los campos.

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