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El incierto futuro de Marc Márquez

Marc Márquez cruzó la meta del GP de Italia el pasado domingo en la décima plaza, lejos de sus mejores días, desbordado por la emoción, y al llegar a los boxes de Repsol Honda fue recibido con aplausos de solidaridad y admiración por sus compañeros de escudería. Ellos saben, mejor que nadie, el suplicio por el que está pasando Marc desde que sufrió aquella caída en la primera carrera de Jerez del remodelado Mundial de 2020. La fractura de húmero y la precipitación en su regreso llevaron su lesión tres veces al quirófano. Márquez ha decidido hacerlo por cuarta vez. No atisba ninguna otra salida para volver a ser competitivo. Sus problemas en el brazo, unidos a dos episodios de diplopía, visión doble, han retirado al ilerdense de los circuitos en 19 carreras. Este fin de semana, en Montmeló, sumará la veintena. Y habrá más. Será extraño no alentarle en casa, pero Marc se ha tomado su intervención en Minnesota como “una buena noticia”, como una parada obligada para tomar impulso. Serán tres, cuatro, cinco meses de ausencia… Puede que regrese este curso. Y puede que no.

Ese décimo puesto en Mugello, un día después de anunciar su decisión, estuvo cargado de simbolismo, porque precisamente en este circuito italiano logró la primera victoria de su vida en el Mundial, allá por 2010, en la categoría de 125cc. Desde entonces ha sumado 85 triunfos, ocho títulos mundiales… y mucho espectáculo. Márquez lucha por volver a ser el que era, o al menos por volver a disfrutar encima de una moto, que es la base para conquistar luego lo demás. Por eso ha tomado este camino. No vamos a negar que su cascada de lesiones, esa doble amenaza del húmero y de la visión, genera muchas dudas sobre su futuro en la competición. Pero merece la pena intentarlo. Por su salud, tanto física como emocional. Y por el deporte, que necesita de campeones a su altura.