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Una grieta en el golf mundial

El golf celebra esta semana su segundo major de la temporada: el PGA Championship. Lo hace con las miradas puestas en Tiger Woods, que después de su reaparición en Augusta asegura que se siente “más fuerte”; en Jon Rahm, que ha superado su titubeante comienzo de año y, tras ganar en México, ya se presenta entre los grandes favoritos; en Scottie Scheffler, el emergente número uno y deslumbrante Chaqueta Verde; en Brooks Koepka, doble campeón de este torneo; en Colin Morikawa, vencedor hace dos años; en Rory McIlroy, en Dustin Johnson, en Bryson DeChambeau… Se habla de las principales estrellas, pero también de una relevante ausencia, la del defensor del título: Phil Mickelson. No es una baja más. Detrás asoma una amenaza que hace temblar al golf internacional.

En todos los deportes, grandes o pequeños, surgen cada cierto tiempo alternativas al poder, nuevos organizadores con nuevas propuestas que buscan seducir a los clubes o los deportistas, normalmente con la chequera en la mano o con promesas de copiosos beneficios futuros. En el caso que nos ocupa han irrumpido las LIV Golf Invitational Series, con el dinero de Arabia Saudí detrás y con Greg Norman como líder ejecutivo. La intención es arrancar el próximo junio en Londres con premios mareantes: cuatro millones para el ganador y 120.000 para el último. Muchos jugadores han pedido exenciones al PGA Tour para poder disputarlo, pero no han sido concedidas. El PGA ha visto un peligro a su supremacía y no está dispuesto a ceder. Mickelson, ganador de seis majors, se ha plantado. Otros, como Rickie Fowler, dejan caer que se lo están pensando. Y la mayoría no dice nada, pero desea luz verde para alternar los dos circuitos. La respuesta de Norman ha sido anunciar otra lluvia de dólares, mientras reclama “un mercado libre”. Se ha abierto una grieta en el golf mundial.