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El tirón de Tiger

El deporte vivió este martes pendiente de los anuncios de dos de sus grandes campeones. Por un lado, de la posibilidad del regreso de Marc Márquez en el GP de las Américas, su carrera talismán, tras un nuevo capítulo de diplopía que le impidió competir el domingo pasado en Argentina. Y por otro, con una proyección más global, de la participación de Tiger Woods en el Masters de Augusta, el Major más especial de su insigne trayectoria, allí donde conquistó el primero y el último de los 15 grandes que lustran su palmarés, 13 meses después del grave accidente de tráfico que hizo peligrar su vida. Mientras el piloto deshojaba todavía la margarita de su viaje a Austin, el golfista confirmaba en rueda de prensa lo que en los últimos días sonaba como un secreto a voces: “Ahora mismo, siento que voy a jugar”. Una noticia de leyenda. Sin entrar en la inviable comparación de sus disciplinas, ni en la talla mundial de los personajes, hay una cosa que Tiger y Marc tienen en común. La repercusión de sus deportes, en audiencias y en publicidad, gana con su presencia. El golf y el motociclismo crecen con ellos dentro.

El magnetismo de Tiger se calibra fácilmente. Sólo hay que ver las imágenes del seguimiento de público de sus entrenamientos de los últimos días para verificar su enorme tirón. Woods ya había protagonizado otras ausencias y reapariciones sonadas en el circuito, por lesiones o por adicciones, y el golf siempre se reactivó cuando volvió a pisar los greens. En 2018, tras acabar segundo en el Valspar y mostrarse otra vez competitivo, la audiencia se levantó por encima del 600%. El colofón fue su milagrosa victoria en el Masters de 2019, que también elevó el interés televisivo, aunque lejos del récord que ostenta él mismo con su primer zarpazo en Augusta en 1997, con 21 años. Era el nacimiento de un mito que ahora regresa para intentar el más difícil todavía: enfundarse su sexta Chaqueta Verde, cuando aún camina con dificultad.