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El Barça remonta en el barro

Hay varias ideas y datos del Clásico que se repitieron en las previas de la final de la Copa del Rey. Uno fue el ensalzamiento de la capacidad ofensiva azulgrana, que había superado los 100 puntos en sus dos cruces anteriores en Granada. Otro aludía al dominio del Barça sobre el Madrid en los duelos precedentes, y no sólo en los resultados, sino también por la sensación en la cancha. Pero, como dijo Pablo Laso en la rueda de prensa posterior, “cada partido es diferente”, aunque suene a obviedad. Hay que jugar. Y competir. Sobre todo, cuando en el parqué están dos grandes potencias del basket europeo. El deporte es tan bello porque los guiones no siempre se cumplen. Por un lado, el choque no se fue a un marcador alto, algo en lo que ambos se sienten a gusto, sino que se resolvió por un 64-59. Por otro, el Real Madrid salió con la lección aprendida de otras citas. Aquel meneo en la primera parte de su último enfrentamiento en la Euroliga pasó a la historia. Esta vez fueron los blancos quienes zarandearon a los azulgranas en el tramo inicial, y obligaron al eterno rival a la remontada.

El Barça levantó la Copa, por cuarta vez en las últimas cinco ediciones. Y Jasikevicius ya exhibe un contundente 10-3 frente a Laso. Pero ambos se llevan instructivas experiencias más allá del resultado. El lituano se marcha feliz porque, a pesar de la pésima primera parte, comprobó cómo su equipo también puede ser resolutivo cuando hay que bajar al barro. El Barcelona de este curso tiene, sin duda, más carácter. Y el español se va menos escocido que otras veces, porque sabe que este duelo se ha perdido por detalles, no por una superioridad manifiesta del oponente. Mirotic y Jokubaitis fueron solventes en los momentos decisivos. Deck, sin embargo, falló una canasta que valía el empate y que hubiera metido mil veces. Al final, esto era un Clásico, esto era la Copa y esto es baloncesto.