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Un gol para colgar en el Museo del Prado

Fría noche, frío estadio, fríos jugadores. Así fue el primer tiempo en el Bernabéu, con un Alavés al que le cuesta mantener esperanzas y un Madrid al que se le notaba en las caras y en las actitudes lo del PSG. Noche pesada, con el Alavés esperando y Vinicius tratando de elevar los ánimos con unos intentos que no cuajaban. Y muy de cuando en cuando alguna ocasión del Alavés. Sonaron pitos cuando el Madrid se retiró al vestuario, y quizá por eso volvió de él exigiéndose más. Vimos ya algunas carreras, algún desmarque… Pero el que rompió el partido fue Asensio con un golpeo limpio desde el callejón del ocho, su zona favorita.

Menos me gustó su sobreactuación reclamando más ánimos. A estas horas todos sabemos que en el Bernabéu es al revés, es el equipo el que anima al público, no el público al equipo. Y al público se le anima con actitud, brío y arte, no con dejadez. Con cosas como ese golazo de Asensio, que un minuto antes había puesto en un despiste a Pere Pons mano a mano ante Courtois, lo que no acabó en gol por un pelo. Error, claro, largamente enmendado por ese gol que abría la lata. Di Stéfano decía que el primer gol vale por tres, y ayer se confirmó. El tirazo de Asensio obligó el Alavés a moverse y desde ahí al 3-0 todo fue pedalear cuesta abajo.

Y hay que detenerse en el segundo gol, digno de ser colgado en el Museo del Prado. Un gol para ver con música de vals, jugadón artístico entre Valverde, Asensio y Benzema bien coronado por Vinicius, que merecía este premio por todos sus esfuerzos anteriores. Y ya muy al final, el penalti, que transformó Benzema. Una vez más vimos a un Madrid en problemas ante una defensa cerrada y fácil y alegre con terreno por delante. Con todo, el 3-0 es un resultado bonito, simétrico del que consiguió el Atlético en Pamplona, con una joya allí también, ésta a cargo de Luis Suárez. Los dos equipos madrileños consiguieron una calma que necesitaban.