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Sterrato a la valenciana

Yo vi a Alessandro Petacchi, el esprínter del momento, ganar la Volta a la Comunitat Valenciana en 2005. La única etapa selectiva anuló la subida al Campello a causa de la nieve, lo que permitió al italiano hacerse con la general, más tres triunfos, porque no hubo ningún otro punto en el recorrido para desbancarle. Eran los últimos ramalazos de una época en la que los organizadores españoles estaban más preocupados por pasear por el podio a las autoridades, que por ofrecer trazados atractivos. Eran tiempos, también, en los que todas estas vueltas eran televisadas por TVE, y los gestores del ciclismo no supieron ver a tiempo que el maná se iba a acabar algún día, que el dinero público se iba a dedicar a otros fines, que había otros deportes que captaban el interés de los más jóvenes, que la publicidad viraba la mirada a soportes de menor riesgo… El ciclismo tardó en reaccionar, pero reaccionó. Hoy lo normal es diseñar carreras con mayores atractivos que una solitaria llegadita en alto. Y también que los ases del pelotón se impliquen en todos los frentes, durante todo el calendario.

Hago esta introducción porque desde el viernes hierve un debate sobre la conveniencia, o no, de la inclusión de un tramo de tierra de 1,7 kilómetros, en la tercera etapa, camino de las Antenas de Maigmó. El sterrato se ha puesto de moda tras el acierto de la Strade Bianche, una carrera de 2007 que se ha convertido en una cita imprescindible. Este mismo año se estrenará algo parecido en España: la Clásica Jaén Paraíso Interior. Este tipo de iniciativas, la búsqueda del espectáculo, son más dignas de aplauso que de crítica, siempre que no supongan un peligro para la seguridad. Gracias a ellas, y a protagonistas del nivel de Evenepoel, Vlasov, Mas y el prometedor Rodríguez, hoy estamos hablando de una atractiva vuelta valenciana, en lugar de hacerlo del paseo del Petacchi de turno.