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Dice mi amigo Nacho Carretero que Adama Traoré jamás jugaría en su equipo porque no tiene cuerpo de futbolista, un razonamiento que me parece tan válido como otro cualquiera. Para empezar, todos tenemos una edad y la mayoría hemos visto a entrenadores profesionales decir cosas peores. A Iniesta, por ejemplo, le hincharon un día las narices de tanto confundirlo con Xavi en los entrenamientos y hasta el jefe de aquella cuadrilla, el bueno del Tata Martino, salió una vez en rueda de prensa a decir que también el Barça de Guardiola pegaba pelotazos, que lo había visto él con aquellos ojitos. Bueno, la cosa no terminó mejor de lo que empezó. Se fue el argentino, despedido tras perder la Liga en la última jornada, y nada más llegar a casa explicó aquello de que en Barcelona no gustan los sudamericanos.

El fútbol, como el papel, lo aguanta todo. Cualquier fichaje es susceptible de ilusionar o hundirte en la miseria a partes iguales, cuestión de simple perspectiva. El de Traoré, por ejemplo, se defiende solo: un chico que pasó por La Masia, que es internacional, que se unta en aceite para que los defensas rivales no puedan agarrarlo, económico, con un nombre que nos recuerda a la aleación que confiere todo su poder a las garras de Lobezno, el Adamantium… Desde ese punto de vista, nada que objetar: es una perita en dulce con aspecto de componente aeroespacial. Pero hay otra forma menos agradable de juzgar su llegada, menos conformista, más ajustada al sentido crítico que debería imperar en el proceso de toma de decisiones.

Llegada de Adama al aeropuerto.
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Llegada de Adama al aeropuerto.GORKA LEIZADIARIO AS

Hagámonos una simple pregunta: ¿es Adama Traoré un futbolista ideal para jugar como el Manchester City o para jugar contra el Manchester City? Esto tampoco quiere decir gran cosa, ya les avancé anteriormente que el papel lo soporta casi todo, pero una respuesta más o menos concisa nos daría una idea de hacia dónde se encamina el proyecto de Xavi. De momento, y sin querer ser categórico, todo apunta a que la llegada de Adama se podría encuadrar en algo parecido al instinto de supervivencia, lo cual no está tan mal si tenemos en cuenta que, hace apenas tres meses, matábamos las horas encargando flores y memorizando responsos.