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Superviviente y elegida

El tenis es un deporte especialmente duro. Una cosa es entrenar y otra bien distinta competir. En un deporte individual no hay dónde esconderse de uno mismo ni cómo auto excusarse cuando las cosas no van bien o como se espera. Por mucho talento que se tenga, desde temprana edad hay que aprender a luchar contra los fantasmas y la presión. Lo que obliga madurar muy deprisa.

El de Paula Badosa es uno de esos casos de talento precoz que acaba complicándose en el paso al profesionalismo, donde el nivel de exigencia se multiplica y la gestión de las expectativas enreda el proceso de maduración personal. Todo se aprieta y la seguridad mental se resquebraja. Los resultados no hablan con fidelidad del nivel de mejora de una tenista, pero acaban siendo un taladro en su mente. La soledad de la tenista y la igualdad del circuito WTA tampoco ayudan…

Las jugadoras que aprenden a convivir con la presión acaban triunfando. Badosa está ya en eso, instalada en el top 10 y con su espíritu de guerrera intacto. Con la confianza que le brindan sus propias sensaciones sobre la pista, sus resultados ante las mejores rivales y sus dos títulos: Belgrado e Indian Wells. Con su ejemplo se ha ganado a los aficionados, que siguen su carrera a través de las redes. Badosa es una superviviente, una elegida.