El COI debe unos Juegos a Madrid
París 2024, Los Ángeles 2028 y Brisbane 2032 son las sedes seleccionadas para las tres próximas ediciones de los Juegos Olímpicos. Ninguna de ellas fue elegida en oposición con otras ciudades candidatas, como sí había ocurrido con sus predecesoras. Las dos primeras aspiraban a los Juegos de 2024, pero acordaron repartirse los dos eventos. Por el camino se habían quedado sin competencia por las renuncias de Roma, Budapest y Hamburgo. Ante esta crítica pérdida de interés, generalmente acompañada de rechazo social, el COI optó por las designaciones directas, que llegaron a su máxima expresión con Brisbane, que se abrió paso sin otras aspirantes en el proceso. En el fondo del asunto está la creciente falta de credibilidad de las decisiones del Comité Olímpico Internacional, con votaciones contradictorias, que pocas veces coincidían con los criterios de la Comisión de Evaluación, y con corrupciones probadas posteriormente que sirven para explicar lo que, a primera vista, parecía inexplicable. Un juego sucio que, poco a poco, ha ido saliendo a la luz. Aunque ya no tenga remedio.
Carlos Arthur Nuzman, expresidente olímpico de Brasil, ha sido condenado a 30 años y 11 meses de cárcel, por varios delitos que incluyen el soborno a nueve miembros del COI para comprar votos para Río 2016. El intermediario era Lamine Diack, expresidente de la IAAF, condenado también por tapar casos de dopaje. Diack aparece en otra investigación de compra de votos para Tokio 2020, que a su vez otorgó 8,2 millones al empresario Haruyuki Takahashi para influir en directivos olímpicos. A esos dos Juegos aspiraba Madrid. Igual que a los de 2012, donde no pasó el corte porque Lambis Nikolaou se equivocó misteriosamente al pulsar un botón. España nunca recuperará esos eventos, y en el caso de 2020 se agradece, pero el COI queda señalado. Y debe, moralmente, unos Juegos a Madrid.