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¿La última fase previa?

Aunque las jornadas de selecciones interrumpiendo los campeonatos de liga siempre tendrán sus detractores, lo cierto es que en esta fecha FIFA hemos tenido partidos de gran trascendencia: duelos directos entre combinados nacionales que se jugaban entre ellas la única plaza fija para el Mundial de Qatar de 2022. Ha ocurrido en el Italia-Suiza, en el Croacia-Rusia, en el Suecia-España, en el Portugal-Serbia y pasará también mañana en el Países Bajos-Noruega. Encuentros de nivel y con un contexto competitivo de altos vuelos: la mejor receta posible para disfrutar de un gran espectáculo.

Sin embargo, quizá sea ésta la última vez que la fase de clasificación para un Mundial resulte tan apasionante. Con la aprobación de las fases finales de 48 equipos a partir de 2026, la FIFA se ha asegurado aumentar el número de participantes en los grandes torneos, pero al mismo tiempo le ha quitado incógnita y emoción a las previas. El caso más evidente es el de Sudamérica, que pasará a tener seis plazas fijas más una séptima de repesca. Esto significa que, si se mantiene el formato actual, se disputaría una larguísima liguilla de 18 jornadas para eliminar sólo a tres equipos: o sea, al 30% de los participantes. Si Brasil y Argentina ya se pasean en la actualidad, ¿qué incertidumbre proporcionarán sus duelos contra rivales muy inferiores con tanto margen de error?

La selección croata celebra la clasificación.
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La selección croata celebra la clasificación.DARRIN ZAMMIT LUPIREUTERS

Si ahora ya hay muchas voces que solicitan agrupar las fases previas y separarlas de los calendarios domésticos de clubes, ¿cómo podrá soportar la FIFA un volumen de crítica mucho más elevado cuando sus parones internacionales estén repletos de encuentros sin trascendencia? El máximo organismo internacional se ha esforzado en idear un formato que no suponga un desgaste extra para los jugadores (en el Mundial de 48 cada selección jugará el mismo número de partidos que jugaba en el de 32), pero necesita replantearse muy seriamente cómo conseguir que las fases clasificatorias no se conviertan en algo aburrido, previsible y carente de tensión competitiva.