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Europa se une en dos frentes

Esta semana se celebra la Ryder Cup. De viernes a domingo. También la Laver Cup. En las mismas fechas. La primera es una competición asentada en el golf, nacida en 1927 como un desafío entre Estados Unidos y Gran Bretaña, que dio un enorme salto de calidad y de interés a partir de 1979, cuando Severiano Ballesteros convenció a los británicos, que ya habían aceptado antes a los irlandeses, para incorporar a europeos de otros países. Aquel certamen lo jugaron Antonio Garrido y el propio Seve, con una derrota que no iba a ser la tónica en ediciones subsiguientes, sino todo lo contrario. Desde esa fecha, Europa domina a USA por 12-8. La igualdad y la emoción son máximas. La apertura no sólo abarcó a los jugadores, también a las sedes. Valderrama acogió el choque en 1997, con Ballesteros de capitán. Apoteósico. Y París lo hizo en 2018, la última cita. Fue llamativo ver cómo los aficionados franceses alentaban a Europa y cómo un continente tenía la capacidad de mostrarse unido a través de un deporte. Eso sólo lo consigue la Ryder… De momento.

Roger Federer montó la Laver Cup sobre esa idea, un duelo calcado en tenis masculino, que enfrenta a Europa contra el Resto del Mundo desde 2017. Boston alberga la cuarta edición, por primera vez sin ningún miembro del Big Three. Ahí tiene uno de sus mayores retos. La Laver enganchó en su estreno porque permitió ver en el mismo bando a Federer y Nadal, y al año siguiente al suizo con Djokovic. Imágenes históricas. También porque inauguró un formato dinámico y vistoso. Una advertencia que captó la Davis Cup para cambiar su modelo, y luego la plagiadora ATP Cup. La Laver no es la Ryder, le queda mucho, pero pretende serlo. Europa, unida, compite esta semana en dos frentes. Como lo hizo el golf femenino en la Solheim Cup este mes. Ellas ganaron. Y mostraron el camino.