La culpa no es de Koeman
Que el Barça perdiera contra el Bayern estaba en todos los pronósticos habidos y por haber. Caer por la mínima se consideraba un triunfo antes de que comenzara el partido y Koeman cumplió con lo que se esperaba de él: colocar a cinco defensas y proteger a su equipo asumiendo desde el principio sus limitaciones. El problema es que a él no le protege nadie. Está a la intemperie porque su presidente, Joan Laporta, se ha dedicado a torpedearle, a hacer aún más evidente que está porque no pudo echarle y fichar a otro. Incluso cuando el fuego ya parecía apagado, apareció un día antes del partido de Champions su amigote Enric Masip, que ocupa el cargo de asesor a la presidencia, para avivarlo. Y Laporta no le corrigió.
El presidente sabrá si forma parte de una estrategia para que los palos no lleguen al palco o es simplemente que fue incapaz de callarse y de paso callar a su asesor, pero el resultado final es que es Koeman el que se sienta en el banquillo, al que está echando a la afición encima y al que ha debilitado después de tres partidos de Liga y justo antes de enfrentarse al coco del Bayern. Con 0-2 en el marcador y la sensación de que el estropicio estaba aún por venir, el técnico sacó a Gavi, a Demir y a Balde y llegó el 0-3. Ni con la vieja guardia, ni con los jóvenes. Y Koeman no tiene la culpa de que Messi juegue en el PSG, de que Piqué y Alba estén tiesos, de que De Jong ni aparezca o de que el balón ni lo olieran durante gran parte del partido. Le piden atrevimiento cuando lo que de verdad se huele entre los jugadores es miedo y lo que transmiten es una ausencia total de rebeldía. Pero el señalado, que de eso se han encargado Laporta y compañía, es Koeman. Y el daño es general, afecta a todos y sólo estamos en septiembre.
Si no quiere al entrenador, que lo eche. Si es lo que hay, si no puede, que apechugue y reme a favor. Porque llega el Bayern, marca tres goles y todo parece peor de lo que ya de por sí es. Y la culpa de eso no la tiene Koeman.