Si ni Simeone sabe lo que es mano...
Impresionó ver a Simeone en los telediarios explicando que estuvieron reunidos casi dos horas para recibir indicaciones de las interpretaciones del Reglamento, en especial de las manos, y añadiendo que no le quedó claro. A tal punto hemos llegado con el toqueteo de la interpretación de una regla muy simple. Si este hombre de 51 años, que dijo gol antes que papá y mamá (lo tomo de Wikipedia), que jugó 19 años con éxito en importantes clubes de Argentina, Italia y España, que acumuló 106 partidos con la Selección Argentina y que desde que se retiró entrena con reconocido éxito no sabe qué es mano y qué no lo es, algo muy malo pasa.
Era más fácil por el antiguo testamento. Se fiaba al árbitro el criterio de si la mano había sido voluntaria, si la mano iba al balón o el balón a la mano y, en el segundo caso, si el jugador la había dispuesto arteramente de forma antinatural para cortar una posible trayectoria del balón. Por supuesto discutíamos las manos, pero desde una base sencilla. Ahora se ha creado una panoplia de requisitos, cambiante cada año, sobre si mano arriba o abajo, si con rebote previo o sin él, si apoyada en el suelo o no, que no sirven más que para liar a los árbitros. Y su lío se eleva al cuadrado cuando los árbitros son dos, el que está en el campo y el de la sala VOR.
Como en el fútbol hay un diablillo suelto, esta primera jornada nos trajo dos jugadas que se parecen como un huevo a otro: la de Mendizorroza y la de Balaídos. Una no fue penalti (contra el Madrid) y la otra sí (contra el Atlético). La doble red creada para conseguir “un fútbol más justo” (este código minucioso que pretende clasificar toda la casuística más ese VAR concebido como un tecnológico ojo de Dios) no sirvió más que para que el hincha atlético piense que a la injusticia se añadió el escarnio. A la gente que rige el fútbol le falta humildad para reconocer que este es un camino equivocado, que nos iba mejor con el viejo testamento.