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El malvado Djokovic está disparado

Ya está. El Big Three empata a títulos de Grand Slam: 20 por raqueta. Dan ganas de congelar el tiempo para que ninguno pueda tomar ventaja, para enmarcar ese deslumbrante escalafón como recordatorio de la mayor rivalidad a tres bandas de la historia del tenis, quizá también de la historia del deporte: Roger Federer, Rafa Nadal y Novak Djokovic. Pónganlos por el orden que prefieran, los tres son muy grandes, los más grandes. Pero el tiempo no se puede congelar, la vida sigue, y el próximo 12 de septiembre se coronará otro campeón en el US Open. Allí puede romperse el empate. O no. Los tres siguen en activo, los tres pueden reencontrarse en Nueva York, pero los antecedentes demuestran que el combate ya no está igualado. Djokovic anda disparado, ha encadenado Australia, Roland Garros y Wimbledon, mientras que Federer transmite la imagen de estar más cerca de la retirada que de alzar un trofeo, y Nadal perdió la oportunidad en su tierra sagrada de París. A Rafa le hemos visto levantarse más de una vez, no hay que descartarlo. Pero el tiempo, que no se congela, sonríe a Nole.

Djokovic no frena ante sus dos eternos rivales, con los que tiene el cara a cara a favor, ni ante las nuevas generaciones, a las que todavía les falta lo que al serbio le sobra: experiencia, físico, juego y ambición. Stefanos Tsitsipas le tuvo contra las cuerdas en Roland Garros, Matteo Berrettini le ganó el primer set en Wimbledon, las dos finales las empezó por detrás, pero no se inmuta, ni siquiera con el público en contra. Resiste las andanadas, estudia a su rival y contraataca sin piedad. A Novak le ha tocado ser el malo del Big Three, simplemente porque ninguno de los otros dos encaja en ese papel. Y lo tiene asumido. De hecho, es el único de los tres que ha reconocido abiertamente que ese récord le importa, que quiere ser el mejor de siempre, y que no va a parar hasta conseguirlo. Si ser malvado es ser insaciable, Djokovic lo es.