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Unai Simón, ajedrez y fidelidad

Una manera de ser. "Unai Simón es el puto amo". La frase podría ser de Luis Enrique, pero es de Gaizka Garitano. El exentrenador del Athletic lo defendió así en diciembre, cuando en Bilbao hubo dudas sobre un portero en cuyo éxtasis cualquiera pudo identificarse el viernes pasado. Unai Simón es un tío peculiar. Renovó con el Athletic hasta 2025, sin cláusula de rescisión. Un rara avis. Fue su manera de agradecerle al club de su vida que le matriculase en un colegio, que le pusiese una casa con un matrimonio que le cuidó como si fuera su hijo. A Unai, eso le llenó mucho más que, por ejemplo, un serio interés del Borussia Dortmund. Pese a sus 24 años, Unai es un portero con la piel muy dura. Las tres paradas que hizo el día de Croacia después del error del 1-0 hablan de su frialdad. Es habitual ver a Unai en las concentraciones de la Selección con sus cascos, metido en lo suyo, desafiándose a sí mismo en las partidas virtuales de ajedrez. Decía Ernesto Valverde, exentrenador de Barça o Athletic, que ajedrez y fútbol comparten cosas, también terminología: "Superioridad numérica, flancos, iniciativa...". Pensar más allá. Tal vez esa clarividencia del ajedrez haya sido clave en las dos últimas tandas que ha jugado y ha ganado Unai: ante el Betis en la Copa y la de los cuartos de la Eurocopa.

Luis Enrique

En el serial de la importancia que el seleccionador le da a su psicólogo, pasamos de la situación de bloqueo del partido contra Polonia, a la liberación de Eslovaquia y, en el capítulo tres, al manejo de la tensión en la tanda de penaltis contra Suiza. "Les pedí a los jugadores que se relajaran y que pensaran en lo que les había dicho Joaquín Valdés". Por lo que se ve, con éxito. Colocar al psicólogo en el centro del escenario en un mundo de tabúes como el fútbol, todavía algo reacio a incorporar elementos que le han sido extraños, es otro de los grandes triunfos de Luis Enrique en esta Eurocopa. Más allá de su innegable talento para preparar a equipos de élite, Luis Enrique ha devuelto vigor a una Selección que estaba mortecina desde que fue bailada por Brasil en la final de la Confederaciones de 2013 y se estrelló en 2014. El final había sido lento y pastoso. Hacía falta un cambio, terminar de quemar la foto vieja. Doloroso por los recuerdos, imprescindible por el futuro. Y de caer en octavos en Rusia, España ha subido dos escalones dobles. Porque es semfinalista de la Eurocopa, pero también está en la F4 de la Nations League, un torneo que es élite, porque sólo juega con las mejores. Podría considerarse un salto suficiente, pero las oportunidades son para agarrarlas.