El deporte español, descabezado
Otro proyecto inacabado. A cuatro meses vista de los Juegos Olímpicos, la presidenta del Consejo Superior de Deportes es "invitada" a sumarse como número cinco en la lista de Ángel Gabilondo en Madrid. El de Irene Lozano no es más que otro proyecto inacabado, que no taparán los 53 millones concedidos por el Gobierno a las federaciones deportivas. Cinco secretarios de Estado en cinco años hablan a las claras de la levedad del deporte, de que siempre ha sido un apósito para los ministerios de Educación primero o de Cultura después. No hay un lugar mejor para hacer la política del escaparate, o sea para hacerse fotos impostadas con los campeones de turno o con los presidentes irreconciliables para firmar unos pactos, que no son más que una subvención de la Liga, y que no han arreglado sino más bien acrecentado la guerra entre Tebas y Rubiales. Su gran legado, justo es reconocerlo, es haber apoyado y regulado la vuelta del deporte en el difícil año de pandemia. Con la falta de liderazgo político que hay, como para pedir que acierten con la sustituta.
El perfil del candidato. Convendría que esta vez fuese alguien del deporte, con más ganas de trabajar de puertas para adentro que de puertas para afuera, capaz de repartir con equidad las ayudas europeas y, sobre todo, que tenga capacidad para poner al día las más que necesarias Leyes del Deporte y Antidopaje. El deporte necesita un líder con mayor propósito que el de hacerse la próxima foto.
Las enormes contradicciones. Entre las numerosas paradojas que están derivando de la pandemia, la más flagrante en el mundo del deporte es la de la afluencia de público a los estadios. El ministro de Cultura y Deportes, José Manuel Rodríguez Uribes, dijo hace dos días que el público volverá cuando lo diga el Ministerio de Sanidad. Suena a cachondeo viendo lo que está pasando en los teatros, en los conciertos y en los cines, que pertenecen a su misma cartera. Dentro del deporte, solo se prohíbe al fútbol y al baloncesto profesional, mientras, con aforos reducidos, hay público en Segunda B, balonmano, pádel o fútbol sala. Vamos, que no nos tomen por tontos porque esto no tiene nada que ver con un tema sanitario, sino con otra dicotomía mal resuelta entre las competencias del Gobierno y de las Comunidades Autónomas. Esto no va de la salud de las personas, ni tiene que ver con la ciencia, sino con la política o con la ausencia de ella. Si lo más prudente es que no haya público, que no lo haya en ningún espectáculo o en todos...