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Un candidato que no gana las primarias

Si en política, por lo general, un candidato lo primero que tiene que hacer es ganar las primarias de su partido, en la Liga cualquier candidato al título que se precie debe ganar alguna vez a sus iguales. Y esto inhabilita al Sevilla, un equipo intratable con todo el que le sucede en la clasificación pero que empequeñece, por méritos del rival y deméritos suyos, casi siempre que tiene que mirar a los ojos a los grandes. Porque la primera parte perpetrada por los hombres de Lopetegui fue descorazonadora. Ni un tiro a puerta, ni un mísero córner ni nada que se pueda asemejar ni de lejos a una ocasión. Y para colmo, por debajo en el marcador.

Tampoco se lo terminó de creer el Sevilla en el segundo tiempo, por mucho que los cambios llegaran pronto y que el balón pulurara algo más, no era difícil, por el área del Barcelona. Pero las ocasiones siguieron siendo para los de Koeman y la sentencia siempre se vio más cercana que la posibilidad del empate. Y así fue. Para ser candidatos hay que ganar las primarias, algo complicado si los complejos atenazan a un equipo que sólo saco su personalidad a chispazos cuando jugadores inspirados como Óscar u Óliver sustituyeron a otros que les quitan el puesto de titulares por galones cada vez menos explicables. Tampoco es fácil de explicar por qué Messi no vio la segunda amarilla, pero si para mamar hay que llorar, para quejarse del árbitro hay que haber tenido una mínima opción de ganar.