Un gran campeón para un gran torneo
Marcelino ha entrado con el mejor pie en el histórico Athletic, haciéndose con un gran título en una campaña relámpago ganando en cuatro días al Madrid y al Barça, casi nadie al aparato. Me gusta este nuevo formato de la Supercopa. Me gusta tanto como me disgustaba el anterior. Siempre me pareció artificial eso de enfrentar al campeón de Liga y al de Copa para decidir quién es el mejor. El mejor es el que gana la Liga. Esto es otra cosa. Esto es enfrentar a la flor y nata del curso anterior en un torneo que tiene un aire nuevo y propio. Lo ha ganado el Athletic y hoy no son tiempos para hablar de gabarra, pero se recordará como una copa grande.
Porque provoca consecuencias, ya se vio el año pasado. Al Barça, la caída le costó un desastre interior del que aún no se levanta. Zidane sale de ésta puesto de nuevo en solfa tras la decepción del jueves. De esta sale muy mal retratado Messi, expulsado por una agresión fea y espaldera, ya indisimulable, después de que árbitro y VAR pasaran por alto algo sin tanto exceso pero muy parecido no mucho antes. Horrible final para Messi, que jugó a paso de carreta. Quizá no estaba, quizá no debió jugar, pero, ¿quién se lo dice? Su ritmo cansino fue el del Barça, que pretendió llevarse esta copa sin esfuerzo. Estuvo cerca, pero no lo hubiera merecido.
En el 88’ y ganaba 2-1, sin haber lanzado un córner. Dos galopes de Jordi Alba, dos remates de Griezmann. Eso fue todo frente a un Athletic que presionó arriba y buscó el triunfo con menos calidad pero mucho más ánimo. Consiguió el empate ‘in extremis’, con un gol de Villalibre que venía a unirse al de De Marcos, el que sirvió para secar al minuto la primera ventaja del Barça. En la prórroga, Williams cruzó desde el borde del área un tiro por alto que Ter Stegen sólo pudo seguir con la mirada. Y el Athletic, caso único en el fútbol mundial como escribió L’Équipe, levantó la copa, defendiendo una vez más su derecho a estar ahí con su modelo singular.