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Sobre el respeto al compromiso

El sábado 10 de diciembre de 1967, el Atlético, líder de la Liga tras once jornadas, tomó el avión hacia Bilbao. Había amenaza de temporal. El avión no pudo aterrizar en Sondica y tuvo que regresar a Madrid. Tras un almuerzo rápido, el equipo partió en autocar. Llegando a Somosierra toparon con la nieve. Hubo que poner cadenas y en algún tramo los jugadores bajaron a empujar. Llegaron al Landa de Burgos a medianoche, cenaron, siguieron hasta Vitoria, llegaron a las cuatro, durmieron, a las doce tomaron un desayuno-almuerzo, volvieron al autobús ya vestidos de futbolistas y llegaron a San Mamés a 20 minutos de la hora fijada. Perdieron 6-1.

No es lo ideal, claro. Lo ideal es que no nieve. Pero aquello reflejó el espíritu de la época: el empeño en salvar el partido. Este sábado el Athletic tenía que jugar en el Metropolitano. Su autobús viajó por delante la mañana del viernes, porque ahora es costumbre hacerlo así para tenerlo en el aeropuerto a la llegada. El equipo voló por la tarde, no pudo aterrizar en Madrid (¡claro!) y el autobús esperó en vano. El sábado no hubieran podido jugar pero muy posiblemente sí el domingo. Y el Atlético-Sevilla se hubiera empujado al miércoles. En 50 años han cambiado a mejor muchas cosas, pero se ha perdido respeto al compromiso.

No ha sido sólo la insoportable ñoñería del Madrid. El Getafe y el Rayo han arrastrado los pies. Pellegrini planteó no ir a Huesca, por el frío. Tebas ha tirado de sus modos más expeditivos porque esta no es temporada para aplazar partidos por capricho. LaLiga empezó tarde, ha de terminarse por fuerza el 23 de mayo (por la Eurocopa) y el COVID es una perpetua amenaza de suspensiones. Cada cual debe hacer lo posible por estar donde debe cuando debe. Cada cual es culpable de no haber tomado las previsiones convenientes. Anteponer la desidia a ese compromiso colectivo que es LaLiga es una irresponsabilidad insolidaria.