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Al Madrid no le cuadra el victimismo

A los madrileños nos suele ocurrir una cosa: creemos que lo que aquí pasa tiene que afectar a toda España, mientras que lo que ocurra por ahí fuera no tiene por qué afectarnos a nosotros. Eso explica la convicción con que el Madrid actuó durante el viernes de que sería imposible jugar en Pamplona. Como en Madrid la nevada iba a ser histórica, por supuesto en Pamplona también lo sería. De ahí la idea de dar el partido por suspendido que ya se manejó, sin informaciones recogidas en ese sentido desde Pamplona, en la propia conferencia de prensa de Zidane antes de salir. Ahí se dio casi por sentado que se viajaba para nada.

Pero se jugó, acabó en empate y Zidane echó la culpa al empedrado, algo que no le cuadra. El campo estaba practicable, no sólo porque así lo decidió el árbitro, sino porque así lo vimos todos. También me chocó que Courtois se quejara de supuestos riesgos en el despegue. Si el avión despegó fue porque el piloto lo vio seguro, pues de no ser así no hubiera habido autoridad en la tierra capacitada para obligarle. Simplemente se podía despegar como se pudo jugar. Hay personas concretas que toman decisiones concretas porque están ahí para tomarlas, las toman para que las cosas funcionen y merecen respeto, en especial si aciertan.

No me gusta ver al Madrid quejumbroso, imaginando enemigos y sintiéndose perseguido. Siempre lo percibí como una causa de liderazgo que ganaba adhesiones y despreciaba envidias. Algo de aquello se descarriló con Mourinho, contratado para combatir a un Barça que rayaba la perfección. Con él empezó ese papel impostado de un Madrid perseguido por negras conjuras, entre las que se llegó a sospechar de UNICEF. Pensé que aquello se marchó con Mourinho, a quien Dios guarde muchos años, pero este fin de semana me ha vuelto aquel tufillo. Todo por tener que jugar en Pamplona porque allí no nevó tanto como en Madrid.