El Barça aburre incluso a Koeman

Ganó el Barça, tercera victoria en tres partidos, nueve puntos, así que tiene las tareas hechas. Se le puede dar por razonablemente clasificado. Pero otra cosa es el juego, empezando por el que se vio ante el Dinamo, que aburre. Aburre, para empezar, a Koeman, que no se esmera en disimularlo. Se sienta, pasea algo, escupe al suelo. Parece estar en una estación perdida en mitad de ninguna parte esperando un tren que nunca llega y rodeado de gente desagradable. Mira lo que ocurre ante él con el desdén del que no fuera de ese mundo. Rara actitud en un jefe que tiene el encargo de construir un nuevo Barça, depositario de la ilusión de tantísima gente.

El rival era un equipo cargado de remiendos por la sacudida del coronavirus, que por lo que vemos campa a sus anchas en los países del Este europeo. Allí toman la cosa menos en serio, según se ve. Allá ellos. El Dinamo reunió los 13 justos para que no se suspendiera el partido, pero ante él el Barça sólo hizo quince minutos buenos, los primeros. Marcó Messi de penalti, Griezmann falló un gol como un templo y a partir de ahí todo fue suficiencia, despistes y paradas de Ter Stegen. Por suerte, entre el desastre surgió un centro de Ansu Fati que Piqué cabeceó. Con ese 2-0 hubo colchón para que el único gol que concedió Ter Stegen no pesara.

¡Todo tan distinto de lo del Sevilla! El partido se le atravesó con dos goles del Krasnodar y al borde del descanso, ya con 1-2, se quedó con 10. Pues con 10 remontó en la segunda parte, y ya se sabe la cantidad de esfuerzo y ocasiones que le cuesta al Sevilla marcar gol. Lopetegui, contrafigura de Koeman, vive desde la banda con la misma intensidad abrasiva que inyecta a sus jugadores. El producto es un Sevilla que juega como los equipos que dominan hoy: intensidad en todas las zonas, pero no ciega, sino cargada de fútbol e intención. Le cuesta el gol, algo que el entrenador no pone. El gol se compra. Y si no, se consigue por insistencia. Como anoche.