La Vuelta está sana
Las jornadas de descanso de las grandes vueltas han concentrado este año tanta tensión como una etapa reina, por la amenaza de ese enemigo invisible que puede enviar a ciclistas y a equipos completos a casa, que puede alterar el desarrollo y el desenlace de una competición por un positivo en un PCR. El Tour de Francia, el primero cronológicamente en el improvisado calendario, partió de Niza envuelto en una sensación de que no llegaría a París. El primer día de reposo rozó el drama con cuatro casos de auxiliares en cuatro equipos, cuando dos en una misma escuadra suponía la descalificación, pero salió indemne del siguiente lunes. Aquello dejó un halo de tranquilidad, de batalla ganada por el ciclismo, que se desmoronó como un castillo de naipes en el Giro de Italia, golpeado por una segunda ola de la pandemia y por un exceso de confianza que trajo consecuencias graves, con varios ciclistas de renombre infectados: Steven Kruijswijk, Simon Yates… El Giro también llegó a Milán, pero arrastró el pálpito de que se había hecho algo mal, de que la burbuja había reventado.
La Vuelta a España comenzó con esos precedentes, en una oleada creciente, y ha tenido que surcar territorios confinados, en pleno estado de alarma. El más difícil todavía. La Vuelta ha superado ya sus dos jornadas de descanso sin positivos en los equipos y en la organización. Este martes se anunciaron 681 negativos. Hay motivos para divisar Madrid al fondo. Sin confianzas, pero con realismo. Unipublic ha sido capaz de montar unas burbujas eficientes, especialmente la que protege a los equipos en salidas, metas y hoteles. El resultado es mérito del organizador, pero también de la seriedad de los propios equipos y, por qué no decirlo, de un público que ha aceptado la invitación de quedarse en casa. La Vuelta está sana. Sólo falta un último empujón. Con idéntica prudencia. La clave del éxito.