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El Madrid se lía con la filosofía

El Real Madrid estuvo en cuerpo, pero no en alma, contra el Cádiz, asunto que ha invitado al debate filosófico desde el confín de los tiempos. En el fútbol no hay debate: sin alma, la derrota es segura. Lo confirmó el Madrid frente a un equipo que acaba de ascender y que nunca le había derrotado fuera del Carranza. Ganó el Cádiz con tanta justicia que el resultado se quedó corto. Estuvo en cuerpo y alma toda la tarde.

Algo apunta un equipo que ha logrado tres victorias sucesivas fuera de casa, en todos los casos de manera similar: fuerte dispositivo defensivo, mucha gente cerca del portero, todos bien ordenados y atentos, pocas concesiones de remate a los rivales y la búsqueda rápida del contragolpe. Así venció en Huesca, en Bilbao (donde el Cádiz se jugó buena parte del segundo tiempo con nueve jugadores) y en Madrid, escenario de un éxito inolvidable para su fiel hinchada. En la bahía se recordará siempre este partido.

El Madrid salió derrotado del partido, pero no entró al encuentro, paradoja difícil de explicar y tan real como el trastazo del equipo en vísperas del clásico en el Camp Nou. Nunca se dio por enterado de lo que ocurría, el típico caso de equipo que borra una fecha del calendario como si no existiera. Existió, de qué manera y con qué consecuencias.

Militao, Varane y Casemiro, con Zidane, en el partido del pasado sábado ante el Cádiz.
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Militao, Varane y Casemiro, con Zidane, en el partido del pasado sábado ante el Cádiz.JESUS ALVAREZ ORIHUELADIARIO AS

Rara vez el Madrid ha producido menos y ha jugado peor. Zidane lo vio y cambió a cuatro jugadores de golpe tras el descanso, cuando su equipo perdía y cada llegada del Cádiz significaba una ocasión de gol. Nunca encontró oposición. Perforaba la líquida línea de centrocampistas del Madrid con una facilidad pasmosa, superaba a laterales y centrales sin demasiado esfuerzo, alcanzaba el área con facilidad y exigía a Courtois, que estaba vez fue humano. No logró solventar el mano a mano con Lozano en el gol del Cádiz.

Nacho y Lucas Vázquez formaron una improductiva banda derecha. El medio campo no quitó y tampoco jugó. Modric pareció muy fatigado después de la semana internacional y de su gran desgaste contra Francia. Kroos nunca se enganchó al partido. Isco ha regresado al pasivo estado que tanto daño le hizo. Vinicius no encontró metros para correr. Marcelo tuvo metros y nunca los recorrió. Benzema se enteró tarde, muy tarde, que era necesario evitar la emboscada de los centrales. Comenzó a volantear cuando el partido expiraba, sin nadie que le acompañara.

El desastre trascendió la táctica y las razones estrictamente futbolísticas. El Madrid ha ganado muchos partidos después de deficientes actuaciones. Ha perdido unos pocos, algunos entre los abucheos de la hinchada en el Santiago Bernabéu. Sin embargo, no se recuerda en años una derrota por metafórica incomparecencia. Nunca dio la impresión de jugar el partido, de sentirlo, de afrontar las consecuencias de la apatía y poner remedio a la situación.

Cuando ha ocurrido algo parecido en otros momentos, el Madrid se caracterizaba por su orgullosa rebeldía a la derrota. No la mostró ni por asomo. Acudió de forma presencial a Valdebebas. Dejó el alma del compromiso en casa.