Simeone, mátame
Ya sabía yo que la fiebre atlética tardaría dos jornadas en bajar. Somos eso, el equipo que sube y baja de las nubes.
El Atleti necesita imperiosamente ganar las primeras jornadas del campeonato. No nos vale con ganar un partido y empatar dos, eso no sirve al aficionado. El seguidor del Atleti tiene un papel muy difícil: sabe que es complicadísimo ganar esta competición, pero también sabe que hay una posibilidad, así que la única manera de estar contento y no descolgarse de buenas a primeras en puntos e ilusiones es estar ahí arriba al principio. Todos los aficionados de todos los equipos pensarán lo mismo, pero yo sé que nuestro caso es especial por vivir permanentemente en terreno de nadie, en una especie de zona neutra que hace que sea muy fácil mirar hacia abajo y muy difícil mirar hacia arriba.
Tenemos que ganar los primeros partidos, meter cinco delanteros y meter goles como sea (Simeone, mátame) porque de esos goles depende la alegría del aficionado. Yo sé que nuestro entrenador prefiere probablemente un empate a cero. Seguramente San Jan Oblak también. A mí me da la impresión de que lo que causa una sonrisa en el aficionado, aunque sea levemente amarga, es más un empate a cuatro que un triste empate a cero. Aunque valga lo mismo, otro triste punto.
Por supuesto que punto a punto nos vamos colocando en esa zona neutra de la que hablaba. Pero queremos ver enfadarse y brillar a Suárez, y queremos ver sonreír a João Félix, y queremos ver a Costa pegar una patada a un poste tras marcar con el culo, y de milagro. Oblak comprenderá, en el supuesto y probable caso de que nos marquen tras el saque de centro del contrario. Es por el bien del equipo y del aficionado. Riesgo y goles por el bien de la ilusión.
Querido y admirado Simeone, mete cinco delanteros, joder. Pon a Llorente desde el principio. Pon a João Félix y a Costa y a Suárez. Y que sufran y disfruten y suden noventa minutos. Dale alegría a tu cuerpo, Simeone. Seguramente el aficionado atlético dependerá este año solamente de una cosa tan pequeña y tan importante como la sonrisa de João Félix.