La reconquista de Europa
La Euroliga ha vuelto 209 días después de su último partido, el 6 de marzo, tras una temporada inconclusa, que no pudo proclamar campeón por culpa de la pandemia. Se estudiaron soluciones, burbujas como la que resolvió la ACB o la que resuelve estos días la NBA, pero las dificultades de movilidad por el continente impidieron la culminación. No volverá a ocurrir, al menos por el mismo motivo. La Euroliga ha redactado unos protocolos claros para lidiar con los contratiempos, que surgirán seguro. Hay que acostumbrarse a ellos y disponer de herramientas para solventarlos. Por un lado, se han fijado unas fechas límite para cada fase. Por otro, cada choque aplazado podrá reprogramarse tres veces, pero a partir de ahí se dará el partido por perdido 20-0 al causante de la alteración del calendario, por muy involuntaria que resulte. Son medidas duras, estrictas, pero inevitables si el torneo europeo quiere desembarcar del 28 al 30 de mayo en Colonia para la Final Four. En el peor de los casos existe incluso un plan B, una burbuja en una sede fija, pero con estas bases será difícil llegar a ese extremo.
El baloncesto se lanza a la reconquista de Europa con cuatro grandes favoritos, los mismos que encabezaban la tabla cuando todo se fue al traste. Está el Efes, campeón moral del último curso, que lideraba con soltura. Está el CSKA de Moscú, aún vigente campeón desde su coronación en 2019. Y luego dos equipos españoles, dos clásicos, el Barça y el Real Madrid, que afrontan sus propias reconquistas. El Barça, que ya debutó este jueves ante el hueso CSKA, ilusiona con el dúo Calathes-Mirotic, dirigido por Jasikevicius. No juega la Final Four desde 2014 y no alza el trofeo desde 2010. Y el Madrid, aunque parte con la amenaza de la espantada de Campazzo a la NBA, sigue siendo el Madrid de Pablo Laso, el que ha disputado seis de las siete últimas Finales y ha ganado dos. No hay que enterrarle tan pronto.