Mbappé, Messi, el PSG y el Barça
El fútbol francés está avergonzado por los incidentes que cerraron el PSG-OM, con cinco expulsiones. Fue el estallido de una tensión soterrada entre los dos grandes clubes de París y Marsella, que arrastran una rivalidad profunda e insana. El OM sigue siendo el único equipo francés que ha ganado la Champions, y eso le hace ser mirado con respeto en toda Francia. El PSG es el que ha gastado 1.500 millones para arrebatarle ese espacio sin conseguirlo, y es visto como un artificio, un club de raíz extranjera instalado en París, la capital cuyas élites intelectuales siempre miraron el fútbol con altivez, como ‘cosa de provincianos’.
A los jugadores del PSG es fácil sacarles de sus casillas con sus persistentes fiascos en la Champions, de los que ha escocido de forma especial el de Lisboa, donde tan propicio camino tuvieron hasta la final con el Atalanta y el Leipzig. El trauma de este último fracaso explica su pésimo arranque en el campeonato francés, con dos derrotas, primero ante el Lens (recién ascendido) y luego ante el OM en el partido de autos. Autos que incluyen insultos racistas a Neymar y un escupitajo de Di María que van a ser investigados y supongo que sancionados con severidad, porque el escándalo es de los que demandan un escarmiento sonado.
Tras el partido, Vilas Boas insistió en los 1.500 millones gastados para no ganar la Champions y le recordó a Tuchel que Ancelotti está en el Everton y Emery en el Villarreal. Mbappé, que faltó por coronavirus, anuncia que no renovará por el PSG, lo que equivale a abrirse al mercado o, si prefieren, al Madrid, que en su día lo dejó pasar por no soltar a Bale. Percibo en Mbappé la misma angustia de Messi por las Champions escapadas, igual que veo en el PSG la misma que sufre el Barça, que entró en proceso de autofagia cuando la espera se le hizo insoportable. La copa linda y deseada, dijo Messi. La que da y la que quita, diría un taurino.