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Griezmann, como Arda Turan y demás

La temporada va llegando a su fin y Griezmann sigue sin pesar en el Barça. Roncero escribía ayer con tino que con su golpe franco del miércoles Sergio Ramos ya había marcado tantos goles en LaLiga como lleva él en el Barça. Recuerdo el primero, ante el Betis, cuando se echó papelitos azules y granas sobre la cabeza, dibujando un instante mágico. Había llegado ante la indisimulada mirada de escepticismo de la camarilla que manda en el vestuario, que le recibió como el suplantador de la posición que ocupó Neymar, a cuyo regreso aspiraban. Un capricho, inasumible por el club. De ahí aquel gesto de Griezmann, para hacerse amar.

Tantos partidos después, hay pocos goles más y, sobre todo, la constatación de que no es el del Atleti, ni de lejos. Allí era la figura en torno a la que giraba el ataque. En el Barça ofrece trabajo, pero en el ataque no contribuye. No le buscan. Apareció Ansu Fati y le adelantó al momento en brillantez y participación. En Griezmann se repite lo que les pasó a muchos otros al soltarse de la mano de Simeone. El caso más estrepitoso fue el de Arda Turan, echado a perder en cuanto salió, pero hay muchos otros (Miranda, Lucas Hernández, Filipe Luis y Diego Costa, dos que volvieron con la cabeza gacha, Godín...). La lista es larga.

Eran buenos, pero Simeone les hacía mejores. Su mano férrea para crear un ambiente de eficacia se les hizo insoportable, por eso se fueron, pero no supieron volar solos. Arda Turan y Griezmann tenían doble problema, porque el Barça es a su vez un sistema cerrado en el que pocos jugadores que llegan de fuera consiguen asentarse. Griezmann, recibido por Messi con mirada oblicua, lo tiene peor. Valdano escribía el otro día en El País que Messi compone su sinfonía tocando sólo tres teclas: Luis Suárez, Jordi Alba y Ansu Fati. En fin, que después de tanto que sí, que no, que ahora no, que luego sí, Griezmann decidió mal.