El Granada es Camerún
Se dice que este final de Liga es como un Mundial por la acumulación de partidos en pocas semanas, pero evidentemente se le parece poco en muchas otras cosas: no hay aquí exotismo, ni el gran aliciente de descubrir que nos maravilla un jugador cuyo nombre no habíamos escuchado antes jamás. Algunos de los grandes recuerdos de mi infancia van asociados a las gestas de las selecciones que progresaron de manera insospechada: Camerún, en el 90; Suecia, en el 94; Croacia, en el 98; Turquía, en 2002… Hasta confesaré que el partido que más me divirtió en Rusia 2018 fue aquel en el que una Corea del Sur eliminada dejó fuera a la campeonísima Alemania de Löw. Que caiga el gigante, que el tremendamente humilde alcance cotas que no llegó ni siquiera a soñar, es algo que los aficionados de clubes pequeños disfrutamos de manera especial por pura identificación: por un momento creemos que los de la gesta podríamos ser nosotros. Que quizá algún día seamos nosotros.
¿Podemos encontrar este aliciente en el final de Liga? Podemos, claro que podemos. La Liga no la ganará nadie que no sea el Barcelona o el Madrid, pero se mantienen vivas ilusiones de hazañas muy improbables. Como ver al Granada en Europa la próxima temporada, algo que confirmaría a Diego Martínez como entrenador del año en España y que situaría en la mente de los niños de hoy los gritos de gol de Carlos Fernández en el mismo plano que los bailes de Roger Milla en el verano de mis tiernos siete años —con todas las diferencias que hay entre ambos—. O como observar al Getafe en noches de balones estrellados y melodías glamurosas, aunque lo suyo no nos cogería por sorpresa porque hace doce meses casi ya lo consiguieron. O incluso una maniobra de escapismo extrema del Leganés, mutilado sin sus delanteros goleadores y condenado por la opinión pública desde hace meses.
Sí, hay alimento también para los hinchas sedientos de grandeza que no tenemos equipo en Primera y a los que nos cansa un poco la dicotomía entre los dos grandes.