Una semifinal que se resolverá cuatro meses después

Tras mucha incertidumbre y varias semanas en las que la suspensión definitiva parecía más cerca que la reanudación, el fútbol va a regresar hoy en Italia con la disputa del partido de vuelta de las semifinales de Coppa entre la Juventus y el Milan. Un clásico demasiado decantado en los últimos tiempos, pero que en realidad ofreció un gran espectáculo en la ida y nos mostró a un cuadro rossonero más que capaz de competir contra el todopoderoso dominador actual del fútbol de su país. Aquello queda tan atrás en el tiempo -se jugó el 13 de febrero- que conviene recordar qué ocurrió para contextualizar mejor lo que nos encontraremos en el primer partido en tres meses en uno de los territorios más castigados por la pandemia.

Cuando recibió a la Juve en San Siro para abrir las semifinales coperas, el Milan venía de perder por 4-2 ante el Inter en el derbi ciudadano. Y antes se había dejado dos puntos en casa frente al Verona. El ruido en el entorno era potente: una vez más, se cuestionaba el enésimo golpe de timón en un proyecto que no acaba de arrancar y que vive en la revolución permanente, siempre dibujando un futuro que se promete que será mejor que el presente. La Coppa, habitualmente un torneo al que no se dedica una atención prioritaria -de hecho, en Italia tiene menos tradición que en otros países como Inglaterra, Francia, Alemania o España-, se observaba como una doble oportunidad. Y eso no ha cambiado: el Milan no gana ningún título desde la Supercoppa de 2016, y no se lleva ningún torneo largo -o sea, de más de un partido- desde la Serie A de 2011. Un mundo para una entidad que se acostumbró a la gloria y que vive el periodo actual de travesía por el desierto como una humillación. Además, levantar la Coppa supondría adquirir un billete para la próxima Europa League, algo que atendiendo a la clasificación en la liga -es séptimo- no está ni mucho menos garantizado. Por todo ello, el estímulo de los rossoneri en este torneo es ahora mismo mayor que el de una Juventus que se encontraba -y se encuentra- inmersa en peleas que le interesan más: la pugna por el liderato con la Lazio y una Champions League en la que tiene la continuidad comprometida.

Disputa entre Cristiano y Bennacer por el balón.

Esa diferencia en el deseo, en la aproximación a la contienda, quedó patente en el campo. El Milan fue superior: llegó más, generó casi todas las oportunidades, ganó más balones divididos y mereció ganar el partido. No lo hizo porque, con 1-0 a favor, en el minuto 88 el VAR advirtió al árbitro de campo sobre una mano de Calabria en un remate de tijera de Cristiano Ronaldo. La decisión fue muy controvertida, porque el defensor estaba de espaldas y el impacto en el brazo no fue tan evidente. El de Madeira convirtió la pena máxima y le cedió a la Juve la ventaja en la eliminatoria: el 1-1 es, sin duda, un resultado precioso para afrontar la vuelta.

Esa rebeldía milanista, representada por actuaciones tan convincentes como las de Samu Castillejo, Rebic o el codiciado Bennacer -qué gran medio centro es el argelino-, es la que necesita de nuevo la escuadra de Pioli para dar la sorpresa en Turín