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Rayo-Albacete, primer pie en la piscina

Como el que mete el pie en la piscina a ver si está demasiado fría el primer día de la temporada, el fútbol vuelve hoy a medias. Y tan a medias, porque regresa con medio partido, la mitad perdida de aquel Rayo-Albacete cortado en el descanso porque los Bukaneros, la cara antipática del Rayo, se emplearon a fondo contra Zozulya, cuyo fichaje por el equipo de Vallecas ya rechazaron tiempo antes. Aquel rasgo de intolerancia comportó, por acuerdo de ambos clubes y el árbitro, la interrupción del partido en su descanso. Su reanudación hoy representa el renacimiento del fútbol a la salida de ese largo túnel que poco más tarde forzó el coronavirus.

Vuelve el fútbol a puerta cerrada, y no sólo para el fondo intolerante de Vallecas, como estaba previsto tras aquellos sucesos, sino para todos. Mejor. Tebas, cuyos méritos a la hora de sacar esto adelante merecen ser ensalzados, patinó a última hora al abogar por la presencia de público aunque fuera en una geografía desigual. “Hay integritis”, se quejaba. Ahí falla, a mi juicio, un hombre decisivo en la historia de nuestro fútbol. Los campeonatos que disfrutamos funcionan y rinden beneficios económicos porque decenios atrás unos cuantos visionarios organizaron un edificio bien pensado. Dinamitar las bases sería destruir aquello.

Es cierto que el Gobierno creó confusión al anunciar que cada Comunidad podría marcar el ritmo de la desescalada a partir de la Fase 3. Es igualmente cierto que aquellas que, como Canarias, han sufrido menos el azote y tienen más que ganar con la oferta turística, hubieran visto natural y conveniente abrir cuanto antes sus campos, siquiera parcialmente. El Gobierno rectificó ayer aquel descuido. LaLiga está basada en una simetría y dar a unos la ventaja del apoyo local frente a los que no lo tienen la empobrece. Al empeñarse Tebas hasta el último día en enarbolar la bandera iconoclasta ‘antiintegritis’ ha quedado mal sin necesidad.