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Esta tragedia que nos ha tocado vivir, esta realidad distópica que de golpe y porrazo se ha convertido en nuestro día a día, traerá consigo unas consecuencias terribles de todo tipo para la sociedad, además de todas las pérdidas de vidas humanas que ya alcanzan números realmente dramáticos. Desconocemos el tiempo que llevará, y si será posible, regresar a la vida que teníamos antes o si, desgraciadamente, esto cambiará la forma de relacionarnos entre nosotros para siempre. Imaginando un futuro próximo donde el fútbol y el deporte puedan volver a la competición, con toda seguridad sin público, donde se pueda dar un primer paso para recuperar cierta normalidad, llegará el momento de hacer frente a las secuelas.

Primero, las físicas. Las pretemporadas de los equipos profesionales oscilan entre 40 o 45 días previos al primer partido oficial y, cuando llega ese momento, el futbolista todavía no está en su mejor estado de forma. Con todos los preparadores físicos que he comentando este tema, me dicen que para tener un mínimo de garantías de que el número de lesiones no sea abrumador y que se pueda competir a un cierto nivel, habría que disponer de tres semanas previas al primer envite.

Luego vienen las secuelas sobre el estado de forma, de velocidad mental y física en relación al juego o de feeling con el balón. Los futbolistas han entrenado, pero lo han hecho como lo hace un lesionado, en solitario, sin hacerlo al 100% y en distancias que nada tienen que ver con un terreno de juego. Cuando un jugador lesionado regresa al equipo tras dos o tres meses fuera, tarda casi un mes o más en estar cerca de su mejor versión. Así que tenemos que estar preparados para, como espectadores, aficionados o analistas, ver un nivel de fútbol que, con toda probabilidad, esté a cierta distancia del que estamos acostumbrados a disfrutar. Cosa lógica.

Vinicius, entrenándose en el gimnasio de su casa en Madrid.
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Vinicius, entrenándose en el gimnasio de su casa en Madrid.

Secuelas. Por último, y no menos importante, serán las secuelas psicológicas. Primero, el hecho de regresar a algo parecido a tu rutina cuando tus amigos y familiares quizá sigan confinados, o peor, luchando contra la enfermedad. También el hecho de estar aislados durante el periodo que requiera acabar las competiciones, sin el consuelo y el apoyo de tus allegados cuando las cosas no salgan, cuando no te convoquen o cuando caigas lesionado.

Está claro que todos debemos de adaptarnos, ser fuertes y poner nuestra mejor disposición para superar una situación que nunca nos hubiera gustado vivir y que la incertidumbre de no saber cuando y como será el mañana que nos espera es casi tan duro como el propio presente.