A puerta cerrada es mejor que nada
Los Juegos Olímpicos tardaron en asumir como inevitable el aplazamiento, pero luego han resuelto pronto el traslado de fechas, desplazándose a 2021 a los días casi exactos fijados para 2020, a caballo entre julio y agosto. Esa decisión da seguridad a los olímpicos. La suspensión ha sido un contratiempo mayúsculo, pero ya pueden organizar sus planes y sus vidas para alcanzar su pico de forma en unas fechas conocidas. No ha sido gratis, porque ese desplazamiento invade los Mundiales de Atletismo y Natación, precisamente los deportes estelares de los Juegos. Ahora son éstos los que buscan fechas. Un mal menor para resolver un problema mayor.
Ese referente que ya tiene el mundo olímpico es lo que busca, con menos tiempo y más angustia, el fútbol de clubes, que ve cómo corren las fechas, no ingresa y pugna por al menos terminar la temporada como se pueda. Al decir como se pueda me refiero a terminar las ligas en marcha a puerta cerrada si es preciso, y los campeonatos europeos con alguna fórmula exprés que convierta los cuartos en partido único y sumerja las semifinales en una final a cuatro. La UEFA está en la mejor disposición. Ya trasladó la Eurocopa y ahora renuncia a fechas de selecciones para el comienzo de la próxima temporada, cuyo inicio se retrasará.
Se va esbozando un plan que con suerte puede ser algo más que un 'desiderátum': una pretemporada de dos semanas en mayo para acabarlo todo entre junio, julio y algo de agosto si hace falta. El fútbol a puerta cerrada espanta, pero es mejor que nada. Lo que no me figuro, y en eso estoy de acuerdo con Rubiales, es una final de Copa sin gente. Preferiría hacerla a la vuelta del verano, con carácter de festejo de salida del túnel. Pero todo depende de la retirada real del virus y de acuerdos para comprimir la temporada 21-22. La FIFA tendrá que mover su Mundial de clubes; las federaciones, acortar las copas y los jugadores, trabajar en Navidades.