Messi y Bartomeu, jugadores y club
Los jugadores no son club. Defienden lealmente al club durante los 90 minutos que dura el partido, pero el resto de la semana no son club. Son un grupo cerrado que tiende a sentir hostil a todo lo que les rodea: directivos, entrenador, prensa, aficionados que en la calle les abruman y en el estadio les pitan si las cosas no van bien, Hacienda... Es natural que así sean, dada la circunstancia en que les puso la vida: jóvenes adulados, adinerados, rodeados de gentes que, piensan que siempre quieren sacarles algo. Eso explica muchas de sus conductas. Deberíamos vernos cada uno de nosotros en su papel antes de juzgarles alegremente.
No son club. El club es un depósito de memoria sentimental que administran unos a su juicio interinos de los que no se fían. No es justo, porque ahí suele haber gente que trabaja bien y se devana los sesos para darles todo el dinero y las comodidades que exigen, pero así son las cosas. Y no es de ahora. Dos altos personajes del tiempo de Bernabéu (uno aún vive), me dijeron que si el viejo patriarca levantara la cabeza y viera que a Di Stéfano le habían hecho presidente de honor volvería a morirse. Le consideró siempre ejemplar en el campo pero insufrible fuera de él. Y bien se notó en el editorial con que le despidió el Boletín del club.
Así que no es raro lo que pasa en el Barça, aunque sí más visible, por estos tiempos de relativa transparencia y por la importancia social de Messi y su grupo, en el que destaca la malicia infantil de Piqué, al que divierte todo lo que suene a irresponsable. Ese grupo se permitió lo inaudito: solicitar el regreso de Neymar, después de cómo se fue y de tener demandado al club. Y como no pudo volver porque no había dinero que lo sacara del PSG pusieron mala cara. Sólo faltaba que el Barça les diera munición, Y ahora se la ha dado, con lo de Abidal, lo de I3 Venture y lo de los capitanes de las secciones, todas ellas, sobre todo el baloncesto, estrepitosamente deficitarias.