El Hall of Fame hace justicia

El año 2019 encara su recta final con el grifo de las alegrías todavía abierto. El deporte español vivió otro lunes de resaca gloriosa, el día después de la victoria de Jon Rahm en la Orden de Mérito Europea, que antes sólo había conquistado Severiano Ballesteros, y de la sexta Copa Davis, la misma Ensaladera que se le escapó en dos finales de los 60 a aquellos precursores que lideraba Manolo Santana, pero que ya en este siglo lograron atrapar otros tres números uno mundiales del tenis: Juan Carlos Ferrero, Carlos Moyá y el inigualable Rafa Nadal, escoltados por otros jugadores de sobrada calidad. Detrás de cada gesta del deporte nacional encontramos a un pionero, a un espejo del pasado. Sin aquellos genios no existirían estos campeones. Ellos abrieron camino.

Ha sido el año del tenis, que es lo mismo que decir el año de Nadal. También de los Márquez, Marc y Álex. Y, por supuesto, del baloncesto, con un doblete de oro: el Mundial masculino y el Europeo femenino. Los éxitos de la canasta continúan igualmente el caudal de sus ilustres antecesores, de una pléyade de pioneros, desde los tiempos en blanco y negro, que colocaron el básquet en el pedestal donde ahora lo admiramos. Algunos de esos impulsores han sido distinguidos en la primera promoción del Hall of Fame FEB-AS, cuyo jurado se reunió en la redacción de este periódico. De entrada, ya puede considerarse un hito la formación de una mesa con todos los estamentos del baloncesto español, unidos para reconocer su pasado y para proyectar su futuro. Entre los 18 elegidos no están todos los que son, pero todos los que están se lo merecen, y los que son acabarán en el palmarés, porque este Salón de la Fama nace con la vocación infinita de alargarse en el tiempo para hacer justicia a quienes realzaron el baloncesto. Una gran noticia para un lunes de resaca.