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El Hall of Fame cierra un año mágico

El baloncesto español camina hacia el cierre de un mágico 2019, aunque todavía falta un broche, una entrañable sorpresa. Por primera vez, las Selecciones masculina y femenina han conquistado el oro el mismo año en sus respectivos torneos. Ellos, en el Mundial de Pekín. Ellas, en el Europeo de Belgrado. Sólo con esos dos títulos habría sido un verano de ensueño, pero la cosecha no se frenó en los equipos absolutos: hubo otras cinco medallas en diferentes categorías. Y que conste que siete podios en una temporada no es el récord, que atrás se otean hasta tres cursos con ocho. Detrás de esos logros siempre sobresalen nombres: jugadores, técnicos… Y antes de esos nombres destacaron otros, de mayor o menor éxito, pioneros y leyendas. Un rascacielos se levanta desde sus cimientos, ladrillo a ladrillo, recuerdo a recuerdo. El broche entrañable se llama Hall of Fame, un proyecto lanzado por la Federación y AS para rendir tributo a todos aquellos que construyeron el básquet español, ahora en la cúspide. Como dice Jorge Garbajosa, “no hay momento más oportuno”.

Si hacemos el ejercicio de pensar en las personas más importantes del baloncesto español, los nombres brotan como una catarata: Navarro, los Gasol, Epi, Corbalán, Emiliano, Ferrándiz, Luyk, Fernando Martín, Calderón, Amaya Valdemoro, Díaz Miguel, Ricky Rubio, Blanca Ares, Garbajosa, Pepu, Lolo, Laia Palau, Buscató, Sibilio, Scariolo, Saporta… Una lista infinita a la que habría que añadir otros pioneros perdidos en la memoria, como aquella primera Selección que ganó la plata europea en 1935. Todos ellos, promoción a promoción, tendrán su presencia en este Salón de la Fama, que busca reconocer, honrar y agradecer, la contribución de tantísima gente. Antes de final de año se anunciarán los primeros ingresos. No se me ocurre mejor cierre. Ni mayor justicia.