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Zidane, ¿por qué?

En fútbol, organizar un juicio y dictar una sentencia condenatoria en septiembre te puede abocar al ridículo más vergonzoso. Es un deporte tan extraordinario que cada temporada gira más la tuerca y asistimos a acontecimientos nunca vistos antes. Todos nos hemos quedado en paños menores con un veredicto prematuro. Un servidor, hace justo un año (25 de septiembre de 2018), escribió que "el Madrid le quita otra bandera al Barça, la del fútbol coral y la posesión". Fue después de la victoria ante el Roma (3-0). Con Lopetegui en el banquillo. ¿Qué sucedió después? No hay nada más que añadir, señoría. Concluir en el primer mes de competición que se veía venir, que el Madrid va a acabar otro año sin títulos, es peligroso. Zidane ha acostumbrado a convertir balones perdidos en Copas de Europa, pero el paciente no tiene buen aspecto y, lo que es más inquietante, el doctor parece no encontrar el tratamiento.

"Nos faltó intensidad", evaluó Zidane cuando los periodistas le preguntaron por qué naufragó el equipo en París. Un diagnóstico que me preocupó. No por la gravedad del asunto, que la tiene. Sino por lo repetitivo y desgastado del discurso. Para zanjar un problema debes ser consciente de cuál es su origen y da la sensación de que el francés lleva seis meses buscando unas respuestas que parecía tener cuando aceptó volver pero que se le han traspapelado. El Madrid pecó en París. Pero lo grave es que no fue un accidente. El equipo es reincidente: desajustes defensivos, escasa ayuda de los de arriba, jugadores desconocidos (Varane, quien sólo parece sentirse seguro con el hermano mayor Ramos al lado; Carvajal; Kroos...), una media sobrepasada, falta de recursos en el campo y más de lo mismo en el banquillo; transparencia de Courtois (el único puesto que no pedía a gritos un cambio, se cambió) y con el único clavo ardiendo de los chispazos de Bale o Benzema. Y sí, Zidane tiene razón, faltó intensidad. Pero fue en verano, en el mercado, donde se echó en falta. Y ahí tampoco hay respuestas que expliquen de manera convincente por qué se ha planificado la plantilla de una forma tan cuestionable.

Tras uno de los años más decepcionantes de la historia reciente del Real Madrid, el club se gastó 298 millones para reforzar un lateral izquierdo (Mendy, 48 millones) en el que se había instalado un pujante Reguilón, canterano y a coste cero; un puesto de central (Militao, 50 millones) para suplir a Vallejo pero que en la primera noche grande chirrió y no mostró más de lo que sí ha demostrado Nacho, canterano y a coste cero; un nueve suplente con gol pero al que le está esquivando la suerte (Jovic, 60 millones); un proyecto de futuro pero cuyo presente es el Castilla (Rodrygo, 40 millones) y sólo un titular, Hazard (100 millones), al que le faltan minutos de vuelo para sacarse el carnet de líder del Madrid. A cambio, se adelgazó aún más el centro del campo, la zona de corte y confección, el todo en el fútbol. Casemiro se quedó sin ‘doble’ y sin competencia con la venta de Marcos Llorente al Atlético, Ceballos luce en el Arsenal y el club no se reforzó. Lo mismo da si el responsable es Zidane, porque quería a Pogba y a nadie más, o si el culpable es el club por no entrar en el mercado con la agresividad de antaño y contentar a su técnico. Lo cierto es que el Madrid tiene ahora una laguna donde el equipo se ahoga. Y no olvidemos que quien está aportando los pocos rayos de luz son dos jugadores a los que Zidane quería fuera: Bale y James.

Alguien muy cercano al técnico me confesó hace tiempo que, en su última temporada en el Madrid antes de dimitir, el decepcionante papel del equipo en LaLiga (dijo adiós en diciembre) y en la Copa (fue eliminado por el Leganés en cuartos en otra noche para el olvido) le llegó a tener más de una noche sin dormir. El futuro más inmediato no le ayudará a conciliar el sueño. El domingo visita el Sánchez Pizjuán y después de jugar contra Osasuna se enfrenta al Atlético en el Wanda Metropolitano. Partidos de alto riesgo en los que si el Madrid sigue sin encontrar respuestas y tropieza, la intensidad pasará del discurso de Zidane a estar en los debates sobre su futuro. Y ya sobrevuela por el Bernabéu la sombra de algún entrenador... ¿Por qué?