Messi está gafado con Argentina

No hay duda: lo de Messi con Argentina es un imposible. Por novena vez se estrella con una Selección que ha tenido días de gloria, que representa a una nación en la que el fútbol tiene una fortaleza máxima, pero que con el por muchos reclamado como ‘mejor de la Historia’ no consigue reverdecer sus títulos. Dos Mundiales y 14 Copas de América en un fructífero pasado han dado paso a una larga sequía. Y esta vez no se le puede culpar a él. Jugó bien. Estuvo en las jugadas de peligro (el palo de Agüero a pase suyo y el suyo propio, a saque de falta) pero acabó abatido y malhumorado, cargando contra el árbitro.

Para Messi y su legión de partidarios es otro contratiempo. Son demasiados intentos ya con Argentina para acortar la distancia que en el corazón de aquel país le separa de Maradona y su inolvidable Mundial. Y este otro viaje en balde pasa a acrecentar su imagen de jugador que en las grandes ocasiones baja de nivel. También le pasa en el Barça, sobre todo de unos años acá, en los que le hemos visto alicaído e inoperante en goleadas sufridas por los suyos en Múnich, París, Roma y Liverpool. Incluso en la gran remontada ante el PSG pesó poco. Contó mucho más que él Neymar, Aytekin aparte.

Cuando todo termine se podrá debatir con sana distancia sí habrá sido o no ‘el mejor de la Historia’, como defiende el dogma de los suyos. Los que hemos visto de Di Stéfano para acá, pasando por Pelé y Maradona (a Cruyff no le coloco en este plano), está ahí, ahí, como anda cerca Cristiano, menos que él en fútbol puro, pero demoledor, aunque ya empieza a declinar. Respecto a Messi, es fácil cerrar los ojos y rememorar mil maravillas, pero vacíos tan frecuentes en grandes citas hacen dudar. Justamente era en las tardes-noches más peliagudas en las que Di Stéfano, Pelé y Maradona más se hacían notar.