Cacería del español en Bolonia
Uno está acostumbrado a ver arbitrajes caseros en los campeonatos internacionales. Forma parte del sistema. Llegan arriba los que barren para el organizador. Pero el holandés Gözübüyük, un novel en las grandes plazas con afán de hacer méritos al que encargaron arbitrar el Italia-España Sub-21 de anoche, se excedió. Permitió literalmente la caza del hombre. Italia pegó muchísimo e impunemente. Pegó con las manos, lo que es irritante. Pegó con los pies, los codos y las rodillas, lo que es dañino. Pegó por todas partes, pero más donde más nos dolía, en Fabián y Ceballos, los dos arquitectos del juego de España.
Una cosa así no la veía desde partidos de regional de los años sesenta, ni esperaba verlo nunca más. Y menos me lo esperaba en un partido del gran fútbol, como es un Europeo Sub-21. Esa cacería del hombre explica el partido, que España empezó jugando primorosamente hasta adelantarse con un gol soberbio de Ceballos. Pero las patadas fueron minando el juego de La Rojita. Ceballos jugó hasta el final, pero maltrecho. Fabián fue retirado en el descanso, medio incapacitado. Muchos otros sufrieron golpes de todo tipo, con el consentimiento de Gözübüyük, cooperador necesario para la barbaridad.
El mérito de España fue que nunca llegó a irse del partido, no se desesperó. Pese a la derrota, por 3-1 por un penalti de VAR, el mismo VAR que había dejado sin expulsión varias entradas violentas, podemos confiar en este equipo, siempre que la paliza no arrastre lesionados hasta el miércoles, cuando nos la jugamos con Bélgica, que perdió con Polonia. La cosa está cuesta arriba, porque perder por dos hará difícil ser de los mejores segundos, pero equipo hay. En todo caso, la preocupación ya no es esa, si seguiremos o no, sino cómo se puede ver a día de hoy, en estos tiempos de VAR, un espectáculo tan injusto y desagradable como el que vimos ayer.