Sobre Messi como mejor de la Historia
Viendo la caída estrepitosa del Barça en Anfield recordé otras recientes en la Champions: el 4-0 de París y los 3-0 de Turín y Roma. Resultados que chocan, encajados por un gran equipo en cuyas filas milita, por demás, el pretendidamente (ya el otro día utilicé el término) mejor jugador de la Historia. No fue el peor de los suyos en ninguno de esos partidos, pero tampoco fue, como sí en casa días antes en la victoria sobre el Liverpool, ‘La Libertad guiando al pueblo’ de Delacroix. El revolcón que se llevó el Barça en Anfield tuvo algo de ‘silencio de los corderos’, y uno de esos corderos fue Messi. Como en París, en Turín, en Roma...
Desde luego, es un jugador prodigioso. Cierro los ojos y veo mil maravillas suyas. Pero algo me falla: en las corridas de verdad duras no es lo mismo. Un día le escuché a Sacchi la definición de lo que para él debería ser el futbolista pleno, ya fuese regular, bueno o muy bueno: “Jugador para todo el tiempo, para todo el campo y para todos los campos”. Tras noches como la de Anfield, que no es la primera, me pregunto si Messi es eso. En casos así me acuerdo de Di Stéfano y de lo que le escuché una vez a Iñaki Gabilondo: “Cuando a alguien le preguntan quién fue el mejor jugador de la Historia y no dice Di Stéfano, ya sé que no le vio jugar”.
Es normal que todos nos inclinemos por el primer genio que vimos. Yo me cuento entre los que pillamos a Di Stéfano y Pelé y tiendo a relativizar la impresión que en generaciones más jóvenes han producido Cruyff, Maradona o ahora Cristiano y Messi, sobre todo, éste, con su embrujo. Pero un año tras otro en la Champions, un Mundial tras otro, una Copa América tras otra, resulta que los toros grandes, broncos y que desarrollan sentido se le atragantan. Cada vez que le pasa, recuerdo lo de Sacchi: jugador para todo el tiempo, para todo el campo, para todos los campos... Messi no llena esa definición. Di Stéfano sí la llenó.