¡Qué cosa tan grande es la Champions!

Si trueno hubo la víspera en Anfield, trueno hubo de nuevo ayer en el Johan Cruyff Arena, donde el Tottenham volteó un 2-0 del Ajax, que venía a sumarse al 0-1 de la ida. En un ejercicio de fe, constancia y fútbol, el Tottenham de nuestro viejo amigo Pochettino alcanzó ‘in extremis’ el 2-3 que le clasificaba. Tres goles de Lucas Moura, tres goles de zurda de un jugador diestro. Desilusión tremenda para la afición del Ajax, que se vio en la final, premio que hubiera merecido su modelo, ese fútbol-formación que contrapone al fútbol-mercado que se ha apoderado de todo. Una bonita epopeya romántica que merecía mejor fin.

Pero es que también el Tottenham ha merecido estar en la final. Su esfuerzo de ayer fue tremendo. Empezó el partido con un gran Ajax, que le dominó, remató y se puso por delante con dos goles. Parecía cosa hecha. Pero el Tottenham, con la misma terquedad británica que le vimos al Liverpool ante el Barça la víspera, decidió jugar sus cartas hasta el final. Su juego fue una marea constante, que iba anegando el área del Ajax. Quizá los holandeses, como el Barça en Anfield, se excedieron en su confianza, se dejaron meter demasiado atrás, contando con que el tiempo jugara a su favor. Pero el Tottenham fue y fue, y llegó a meta en el 95’.

Buen juego el del Ajax al principio, buen juego el del Tottenham después. Muy elaborado durante muchos minutos, luego mezclando juego largo a la cabeza de Llorente, que entró en la segunda mitad, con juego más paciente, abriendo a las alas. Un partido tremendo, sin un minuto desperdiciado, con salidas del Ajax que amenazaban con finiquitar el pleito, con el apretón continuado del Tottenham, que a base de apretar consiguió ir goteando, con tremendo esfuerzo, sus tres goles. El Metropolitano verá una final inglesa, Liverpool-Tottenham. Los dos llegan con el máximo merecimiento, honrando a la Champions, lo más de lo más.