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El boxeo olímpico corre peligro

La actualidad del boxeo tiene una presencia regular en As. En la última semana, por ejemplo, publicamos una entrevista al campeón de Europa welter, Kerman Lejarraga, que reúne a 12.000 personas en Bilbao y aspira a aumentar esa cifra en San Mamés. O también la crónica del Wilder-Fury, con polémico nulo. Los pesos pesados están resurgiendo. La reunificación entre Joshua y Wilder es una de las peleas más esperadas, pero se ha entrometido Fury, que también contribuyó a este renacimiento al acabar con el imperio de los Klitschko. Joshua congregó a 90.000 espectadores en Wembley. Y Fury propone ahora Old Trafford para su revancha con Wilder, que ya ha sido ordenada por el Consejo Mundial. Son sólo dos casos que demuestran que el boxeo tiene su público, también mayoritario, cuando ofrece buenos espectáculos.

Pero no todo es brillo. En estos días hemos leído igualmente que el boxeo olímpico corre peligro. Ya estuvo cuestionado tras Río 2016, por el dopaje y el arbitraje. Y ahora se ha abierto otra ventana tenebrosa: la situación ética y financiera de su federación mundial, tras la llegada a la presidencia de Gafur Rakhimov, considerado un ‘criminal internacional’ por Estados Unidos. El COI ha roto relaciones con la AIBA y ha paralizado la clasificación olímpica y la venta de entradas de Tokio 2020 hasta aclarar su estado de aquí a junio. A la par, el presidente de la Federación Británica ha enviado una carta a Rakhimov para que dimita. El boxeo profesional necesita al boxeo amateur y la alarma ha sonado, hasta el punto de que dos de sus grandes organismos, el CMB y la AMB, se han ofrecido a tutelar el torneo si la AIBA suspende el examen.